Desde mediados del año pasado, los que vivimos en la ciudad capital y en varias otras ciudades del país, hemos venido sufriendo de un tráfico de vehículos inusual, por denominarlo de una manera benigna. Recuerdo que en agosto y septiembre se escuchaba comentar “cuando llegue diciembre no se va a poder transitar”; sin embargo, llegó diciembre y todos “participamos” de la locura decembrina de salir en carro a comprar, comer o a cualquier otra cosa.
Los panameños (y lo más triste que es que quienes se mudan a
Panamá nos copian) tenemos la mala costumbre de no planificar. Si vamos a salir
de compras no nos trazamos una ruta y no nos damos cuenta de que, si nos
organizáramos, aunque fuera mentalmente, nos ahorraríamos tiempo y gasolina
para hacer lo que tenemos que hacer.
Por otro lado, no soy el único que ha comentado, cuando llega
alguna fecha de grandes celebraciones en el interior de la república, “así
de vacías deberían estar las calles de la capital”, sin darnos cuenta de
que si estuvieran así de vacías no habría los negocios y el comercio que
afortunadamente disfrutamos, de alguna manera u otra.
Si a eso le suman la partida de locos que, dicen manejar, por
las calles de la capital o de las grandes urbes del país. Varios de estos
manejan autos pintados de como 6 diferentes tonos de amarillo (y hasta de
dorado últimamente) así como los conductores de motocicletas que llevan
encargos, comidas, etc. de un lado a otro.
A este grupo se les suma quienes, porque conducen un
automóvil más grande que los de la mayoría y por ello se sienten seres
superiores y que gozan de privilegios especiales, que no aparecen en ningún
manual ni reglamento de tránsito. Son los mismos que a menudo se estacionan en
los espacios reservados para personas con capacidades especiales o de mujeres
en evidente estado de embarazo.
No se me pueden olvidar los cientos de autos que creen poder pueden
usar los carriles reservados para autobuses, taxis recogiendo o dejando
pasajeros, autos de la policía y bomberos y ambulancias. El tener luces de
emergencia dentro o fuera del vehículo no es autorización para usar ese carril
que cumple una función que permite un paso expedito. Y como estos
irresponsables lo hacen, ahora otros sin línea alguna lo han imitado.
Soy un convencido que el presidente de la república puede y
debe poder utilizar ese carril y cualquier otro que tenga a bien, pero ese, no
es un privilegio que pueda “prestarse” a funcionarios de cualquier institución
pública, por el simple hecho de tener las famosas líneas amarillas o las
referidas luces de emergencia.
Lo mas triste de esto es que ante la cantidad de violaciones
al reglamento de tránsito que se producen a diario, pocas veces se ven agentes
de tránsito (de la policía o de la ATTT), haciendo cumplir la ley. Pero los
días cerca de las quincenas, sobran en las esquinas e intersecciones que ellos
saben que es donde mas infracciones se cometen. En otras palabras, aquel adagio
que habla de “certeza del castigo” aquí no se implementa.
De allí el título de este artículo de opinión, que quizás nos
trae de vuelta a la mente el título de aquella película “Y dónde está el
piloto” de los años ochenta, donde lo que menos tenía ese avión era un piloto
responsable.
Es cierto que muchas de las personas que conducen vehículo en
las metrópolis de Panamá, tienen un conocimiento precario del reglamento que
rige la forma de movilizarnos en las calles del país; también es cierto que
muchos se sienten con privilegios y muchos otros conductores son unos
irresponsables a la hora de manejar.
A veces siento que el “juega vivo” es la verdadera ley
de la avenida, los que se sienten “privilegiados” los dueños de esa avenida y
quienes deben hacer cumplir las leyes, los grandes ausentes en esa avenida.
Con la cantidad de vehículos nuevos que entran al mercado
mensualmente y sin la construcción de nuevas o la ampliación de las existentes
calles, poco podemos hacer; pero si podemos poner de nuestra parte quienes
conducimos y quienes deben regular sin abusar y así podríamos empezar a mitigar
el sufrimiento de conducir.
Los agentes de tránsito saben perfectamente donde se practica
el juega vivo (varios que están leyendo este artículo les podemos dar algunas
sugerencias) solo resta hacer el trabajo por el que se les paga. Estar cuidando
camiones repartidores y encima cobrar por eso, no es una de esas funciones. Y
este es solo un ejemplo.
Los ciudadanos debemos empoderarnos y hacer las cosas como se
deben hacer. Aquello de “mientras no me vean esta ok” no debería estar,
ni en nuestra mente y menos en el vocabulario.
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