miércoles, 18 de marzo de 2020

Viene el cuco


“Los pueblos que desconocen su historia, están condenados a repetirla”, frase atribuida al escritor George Santayana, pareciera estar cobrando vigencia en nuestro querido terruño. Y con esta afirmación no me refiero a las “leyendas urbanas” sobre si Balboa era el pillo y no Pedrarias, o si Manuel A. Guerrero estaba escondido debajo de una cama el 3 de noviembre, sobre quién mató a Remón o, entre las más modernas, sobre quien fue el verdadero gestor del golpe militar de 1968.

Si bien es cierto, los historiadores tienen una tarea pendiente para con las nuevas generaciones sobre estos temas, en esta ocasión quiero realmente aludir a un proceso que quizás inició durante el quinquenio 2004-2009, se descontroló durante la administración posterior y desde entonces pareciera que los presidentes de turno, prefieren sacrificar la estabilidad del país por preservar una falsa lealtad castrense.

No son pocas las personas que se quejan y protestan por los abusos cometidos por alguna unidad perteneciente a las ramas de la fuerza pública, las cuales fueron desmembradas de un ejército central, posterior a la recuperación de la democracia en 1990. Los últimos años de la dictadura, le recuerdan a algunas generaciones, los vejámenes y abusos que cometían una significativa cantidad de las mal llamadas fuerzas de defensa.

Eran buenos para corretear a quienes luchaban por la libertad y democracia, pero resultaron unos cobardes para enfrentarse a otro ejército. Buenos para negociar canonjías con los carteles de la droga, pero no tanto para luchar contra la delincuencia organizada. Buenos para abusar de los indefensos ciudadanos, quienes en no pocas ocasiones terminaban presos, por el simple hecho de defender sus derechos, pero muy malos para poner en práctica la propia constitución diseñada por el régimen que los apadrinaba.

Lo mas triste es que, como un resorte y escondida detrás de falsos pretextos de luchar contra el delito organizado, se ha iniciado un nuevo ciclo de abusos castrenses contra una población que, a diferencia de las generaciones anteriores, tiene una candente voz a través de las redes sociales y nuevamente ha iniciado un clamor por justicia y en defensa de sus derechos.

Vemos como los policías de tránsito hubieren regresado a las “cuotas de boletas” que les eran impuestos otrora, cuando éstas eran una fuente de ingresos para el erario público y en lugar de orientar, le faltan el respeto a los conductores y a la inteligencia de los mismos. No estoy defendiendo a quienes “juegan vivo” sino que los policías no deben escudarse detrás de éstos para “sugerir” arreglos que eviten perder el tiempo en la ATTT y sus juzgados.

También como los miembros de la fuerza pública, abusan de sus rangos y desgracian el uniforme que portan, cuando son los primeros en infringir las normas de control, diseñadas para toda la comunidad, no solo para los civiles.

Se protesta porque en gobiernos anteriores, se le permitía a las diferentes ramas de la fuerza pública “controlar” los desfiles patrios, que deberían ser de carácter cívico, con delegaciones interminables, cuando parecían que lo que se buscaba era “amedrentar” a una población que lo que requiere es un policía amigo, que cumpla su deber y entienda que no está por encima de la ley, sino lo contrario, deben “proteger y servir”.

Mas recientemente, altos rangos de la policía han llegado a sugerir que, hay que controlar la forma como las mujeres se visten, pues pareciera que esa es la razón por la cual se dan abusos durante las fiestas de carnaval; peor aún, han llegado a implicar que el mal gusto o inhabilidad de selección de las mujeres de sus parejas, es lo que pareciera “justificar” las agresiones que éstas sufren, llegando inclusive a ser asesinadas por sus cónyuges.

Los panameños no queremos militares ni policías abusando de civiles. Las nuevas generaciones no deben caer en los mismos errores que cometieron sus padres y abuelos.

Los negocios fáciles no compensan la falta de libertad, justicia y democracia. Los buenos miembros de las diferentes ramas de la fuerza pública, no deben permitir que otros con rangos superiores, en muchas ocasiones por amiguismo o conveniencia, desgracien el uniforme que orgullosamente portan y la patria que juraron defender.

El autor es Comunicador y Dirigente Cívico

Artículo publicado originalmente en La Prensa el 14-3-2020
https://www.prensa.com/impresa/opinion/viene-el-cuco/


viernes, 13 de marzo de 2020

Yo quiero mi propio país

Vivimos en un país donde pareciera que el mundo se va acabar. Que somos “absolutos” e imprescindibles y nos hemos convencido que el resto del mundo gira a nuestro alrededor.

Yo creo que somos un gran país, que tenemos todo para ser exitosos, pero que nos falta la gente que quiera serlo. A veces pareciera que estamos desesperados por sufrir. Hay quienes quieren que hubiera cientos de casos de Covid-19 para quejarse del mal control e irresponsabilidad de algún funcionario, porque “el pueblo” nunca tiene la culpa de nada, siempre hay que buscar el culpable en la acera de enfrente.

No se si han escuchado la famosa historia de los científicos que estudiaban ranas y a los visitantes les llamaba la atención que la piscina donde estaban las ranas panameñas era la única que no tenía tapa. Cuando preguntaban por qué, les respondían que esto se debía a que cuando una rana intentaba salir, todas las demás la jalaban para abajo para que no saliera.

Por el otro lado están los que se convencen que para poder ascender, deben pisar en la cabeza a todos los que se encuentran en su camino, sin siquiera voltear a ver sobre la cabeza de quien están caminando. Se les olvida que todo lo que sube baja.

Elegimos gobernantes que se convencen que son emperadores y que nunca tendrán que rendir cuentas por sus exabruptos y abusos contra la cosa pública. Lo mas triste es que esos gobernantes no se eligen solos, los elige “el pueblo”. Bueno, siento que eso desaparecerá cuando los encargados de impartir justicia hagan el trabajo por el que les pagan.

Estos gobernantes designan a algunas personas muy capaces en puestos claves, pero en algunas ocasiones deben cumplir con “compromisos de campaña” que los obligan a designar a varios que no se destacan por su capacidad ni su manejo. Estos son los mas peligrosos, pues se convencen que como son “amigos del emperador” tienen la autoridad para crear su propia “republiquita” donde son soberanos para hacer y deshacer lo que se les venga en gana.

Estos son los que no saben (o no les da la gana de) practicar valores. Los que desconocen el verdadero significado de la palabra ética, responsabilidad, honradez, puntualidad y pareciera que nunca les hablaron de “rendición de cuentas”.

Pero esto no sucede solamente en el órgano ejecutivo (me disculpan los tradicionales haters), sino que lo hemos visto suceder y repetirse en, por ejemplo, la Universidad de Panamá (la Universidad Nacional no existe aquí en Panamá), donde la mentada “autonomía universitaria” no se interpreta hoy con la intención del legislador original.

La Universidad no está por encima de las leyes de la República y quienes la dirigen y visitan, deben cumplir con las leyes y ajustarse a las autoridades. Estar en el campus no debería ser que poseen una licencia para delinquir sin repercusiones.

Similar situación se da en la comarcas, donde no solo hay un desbalance en los derechos que tienen, donde por ejemplo pareciera que sus diputados son electos, proporcionalmente por menos ciudadanos que los de otras regiones del país. Los habitantes de las comarcas son tan ciudadanos de Panamá como cualquier otro y deben estar sujetos a las leyes de la República, por encima de las suyas. Son ciudadanos del mismo país de quienes residen en Colón, Chiriquí, Los Santos o Veraguas.

Si seguimos en este paso, ya no solo nos cobrarán para movernos de una parte del país a otra, sino que a lo mejor nos exigirán una visa para visitar a nuestros familiares, estableceremos dormitorios para delincuentes en las universidades y los jefes de cualquier departamento establecerán sus propios reglamentos (como los de la ATTT, CSS y tantos otros) para brindar el servicio para el que fueron contratados.

Somos un país muy pequeño para estar permitiendo que arbitrariamente se divida, porque hay quienes quieren tener el equivalente de su propio país. Debemos promover, proteger y defender la unidad nacional y entonces, podremos realmente referirnos al famoso “pueblo” que tantos dicen querer.

En el mundo de la política

  Inicio advirtiendo que este artículo no pretende convencer a nadie sobre como debe ejercer el voto para las próximas elecciones. Todos p...