sábado, 27 de septiembre de 2014

MIGRACIÓN SALOMÓNICA

Había decidido abstenerme de opinar sobre el espinoso tema de la inmigración que se ha venido dando hacia Panamá, sin embargo comparto unas ideas que sugiero deben leer ambas partes de la discusión.

Quienes me conocen saben que no tengo nada de xenófobo, término con el que se ha querido acusar a quienes no están de acuerdo con los abusos en el área de migración que se promovió en Panamá en años anteriores. Todos debemos aprender a no descalificar a una persona por su forma de pensar.

Confieso que conozco ambos lados de la moneda. Tengo familia, amigos y personas con las que comparto a diario, que no son nacidos en nuestra bella tierra, a las que quiero, admiro y respeto. Si bien es cierto en América, la gran mayoría habla un mismo idioma, somos tan diferentes, como granos de arena en una playa, los cuales parecen similares, pero son muy diferentes.

Aprendí que “en Roma haz como hacen los romanos”. Yo no puedo ir a Bogotá o Caracas a “enseñarle como se hacen las cosas” porque ellos no la hacen como las hago Yo. Tampoco puedo pretender que a donde me he mudado sea una réplica del lugar donde dejé, porque no lo es. Es una realidad que salí de mi país de origen por alguna razón, ya sea buscar mejores horizontes, por mejor educación o seguridad para mis hijos, por razones políticas o sencillamente porque quería cambiar de ambiente.

La humildad y el agradecimiento hacia la tierra que nos acoge debe prevalecer sobre cualquier otra cosa y ajustarnos a la nueva vida que Yo escogí, nadie me la está imponiendo. De lo contrario me arriesgo a que me manden de vuelta al lugar que acabo de abandonar.

El panameño siempre ha sido solidario y sin bien es cierto no nos hemos distinguido por la solidaridad humana, si es cierto que tenemos un gran corazón y acogemos a la gente buena o con quien podamos hacer un buen negocio. La crisis de valores que atraviesa, no solo nuestro bello istmo sino gran parte del mundo, nos está impactando negativamente y no permite que seamos ese pueblo cálido, amistoso y alegre como otrora nos distinguían.

Panamá le ha abierto las puertas a los buenos extranjeros que quieren establecerse, formar familia y compartir su prosperidad con los que vivimos aquí y tienen una gran cantidad de alternativas para legalizar su estatus migratorio. No se justifica que haya la cantidad de extranjeros con estatus migratorio irregular en el país, como tampoco está bien que empresarios inescrupulosos ofrezcan plazas de trabajo a quienes no cumplen las leyes y disposiciones de Panamá.

No hay excusa valedera, para una cosa ni la otra. Si usted no está dispuesto a cumplir las primeras leyes que encuentra en el país al cual se muda, ¿cómo sabemos que sí cumplirá las otras? Los empresarios deben invertir en educación y con esto no me refiero a escolaridad. Deben invertir en atención al cliente y valores. Con la mano en el pecho, ¿cuántos restaurantes u hoteles han hecho esto?

¿O es que los panameños construimos un país para que quienes no quieren ajustarse a nuestras costumbres y tradiciones se aprovechen de el? Estoy seguro que los panameños queremos que nos ayuden a engrandecer ésta bella patria que nuestros ancestros nos ayudaron a forjar y que estamos dispuestos a asistir a los que huyen de las dictaduras y malos gobernantes, como varios de ellos nos acogieron cuando a nosotros nos tocó.


Ahora, les garantizo que no estamos dispuestos a que de manera altanera, grosera y xenófoba nos vengan a enseñar a convertir nuestros países en lo que dejaron atrás. Juntos debemos ayudarnos a seguir construyendo y mejorando este bello pedazo de tierra que orgullosamente une al continente y al mundo.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Por una política exterior digna

RELACIONES CON COLOMBIA


Recomiendo la lectura y difusión de éste artículo de mi hermano, ADOLFO ENRIQUE LINARES FRANCO

A finales de 2013, el titular de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales de Colombia (DIAN) declaró la intención de incluir a Panamá, de forma automática, en una lista de “paraísos fiscales”, si para el mes de septiembre de 2014 no se concreta un acuerdo de intercambio de información fiscal, con base al Decreto No. 2193, del 7 de octubre de 2013, que en su artículo 2, excluye “transitoriamente” a Panamá de la lista de “paraísos fiscales”.

La iniciativa de Colombia de discriminar a Panamá, no solo parte de premisas equivocadas, sino que choca con principios fundamentales del derecho internacional público, como los relativos a la “igualdad jurídica de los Estados”, de “no intervención en los asuntos internos de los Estados” y el de “libre determinación de los pueblos”, y como agravante, viola la Convención de Viena sobre el derecho de los tratados, cuyo Art. 52 declara como nulo: “... todo tratado cuya celebración se haya obtenido por la amenaza o el uso de la fuerza en violación de los principios de derecho internacional incorporados en la Carta de las Naciones Unidas”, habiéndose condenando “solemnemente el recurso a la amenaza o al uso de la presión, en todas sus formas, ya sea militar, política o económica, por un Estado, con el fin de coaccionar a otro Estado para que realice un acto relativo a la celebración de un tratado en violación de los principios de la igualdad soberanía de los Estados y de la libertad de consentimiento”. Así como el acápite 4, del Art. 2 de la Carta Constitutiva de las Naciones Unidas, de la que Colombia es signataria, que consigna, como uno de sus principios fundamentales el que sus países miembros “se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o cualquier otra forma incompatible con los propósitos de las Naciones Unidas”, entre otros tratados y resoluciones de derecho internacional público.

En Panamá no se “...ofrecen ventajas tributarias atractivas para el capital, la actividad financiera de personas no residentes en ellos y otras actividades susceptibles de movilidad geográfica...” diferentes a las que se otorgan a los nacionales, como dice el Decreto. El artículo 19 de la Constitución es claro al establecer que: “Los panameños y los extranjeros son iguales ante la ley ...” y en esta igualdad se incluye el tema tributario. Tanto panameños como extranjeros están obligados a pagar impuestos al fisco nacional, siempre y cuando, su renta sea generada en Panamá o considerada de fuente local, sin excepciones. Una simple consulta a algunas de las múltiples empresas colombianas que operan aquí comprobaría que no hay “tipos impositivos sobre la renta inexistentes o nominalmente bajos...” así como “normas legales o prácticas administrativas que limitan el intercambio de información”, porque desde el año 2010 hemos negociado y firmado 29 acuerdos tributarios. Eso sí, con aquellos países con los que Panamá determinó negociar, de acuerdo a sus propios intereses y conveniencias, lo cual es un derecho inalienable del concepto de soberanía y del principio de la igualdad jurídica de los Estados.

La amenaza de Colombia, al igual que las constantes presiones de la OCDE, para incluirnos en una “lista negra”, si no firmamos un acuerdo tributario, contaminaría dicho tratado con el vicio de la “coacción”, que junto con el “error”, el “dolo” y la “corrupción”, conforman los cuatro vicios sustanciales del consentimiento que, según la Convención de Viena, producen la nulidad absoluta de un tratado, pues estos deben ser consecuencia del “libre albedrío” y la “libre voluntad” de las partes, no producto de la fuerza o la amenaza (estas vician el “consentimiento”) de un país sobre otro.

Ricardo Martinelli y Frank De Lima, tuvieron una actitud sumisa y entreguista, en este tema, que no mejoró la imagen de Panamá y, peor aún, le ha causado graves perjuicios y debilitado su posición negociadora. La Cancillería panameña debe informarle al presidente Juan Manuel Santos que se le aplicará a Colombia, y a las empresas de capital colombiano que operan aquí, las mismas restricciones, impuestos, tasas o cualquier otra forma de discriminación comercial, tributaria o de cualquier índole que se le imponga a nuestro país, utilizando como fundamento jurídico el principio de reciprocidad, universalmente aceptado en el derecho internacional público, y de indispensable y común aplicación en las relaciones internacionales, al margen de otras medidas que pudieran tomarse como volver a llevar a Colombia a un panel ante la Organización Mundial de Comercio y solicitar la revisión o abolición del Tratado de Montería (1979), que le concede derechos preferenciales de paso en el Canal de Panamá, sin que nuestro país reciba nada a cambio. Seguir con la política de aceptar imposiciones de organismos que solo buscan el bienestar de sus países miembros, nos llevará al desmantelamiento del centro financiero
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En el mundo de la política

  Inicio advirtiendo que este artículo no pretende convencer a nadie sobre como debe ejercer el voto para las próximas elecciones. Todos p...