lunes, 6 de noviembre de 2023

No queremos que nos vean las caras de p...

Durante más de una semana, quienes vivimos en este pedacito de tierra, hemos sido testigos de aquella explosión social a la cual me referí en varios de mis artículos anteriores. Al igual que para tantas otras cosas, algunos descalificaron mi pronóstico, otros, sencillamente estaban en “El Olimpo” y no le prestaron la atención que debieron. Hoy no saben qué hacer…

El país está en una encrucijada. Por un lado, al gobierno lo amenazan con demandas multimillonarias; por otro lado, miles de personas, en su mayoría jóvenes, siguen llenando las principales vías a nivel nacional en marchas y protestas donde lo que más se escucha son consignas en contra del gobierno central y de nuestro presidente. Y hay un tercer frente, que como se ha convertido en costumbre, recurre a la manifestación no pacífica, que cierran calles, encienden llantas, cortan árboles y hasta cobran “peaje” a los que se arriesgan a pasar por lo improvisados retenes. Por alguna razón, en alguna forma, me recordaron a los tongos en quincena.

Lo malo de todo es que “alguien” ha logrado infiltrar dentro de las marchas pacíficas de los jóvenes que “salieron de las redes”, a desubicados sociales (no sé de qué otra forma llamarlos), que se han dedicado a disparar pistolas, sacar cuchillos, a robar y a asaltar locales y personas que, de manera pacífica, nos han hecho evocar las caminatas y la lucha de la Cruzada Civilista.

Irónicamente, en algunos casos robaron dentro de locales comerciales y restaurantes que les sirven a ellos mismos. O sea, los maleantes robaron para perjudicarse ellos mismos. Al igual que los:¿Qué hay pa’ mí?, que reciben una bolsa de comida o 20 bloques hoy, pero se la pasan con hambre los próximo 3 o 4 años. Ojalá hayan aprendido la lección.

Hoy me quito el sombrero por esos jóvenes (y algunos no tan jóvenes) que vi la semana pasada de manera espontánea, sin que nadie les ofreciera transporte ni plata; salieron a desfilar en todo el país exigiendo, originalmente un “pa´tras” al contrato minero y sin querer queriendo como dirían en el inolvidable Chavo del 8, se sumaron todas las demás cosas que se habían mantenido guardadas en la cabeza, en el corazón y hasta en el estómago de muchos.

Afloraron los respiradores, el encierro innecesario, el abuso policial, el abultamiento de la planilla estatal, el incremento del desempleo, las botellas de whisky caro, las fiestas y comilonas de los ministros, mientras en “congolandia” solo se comía una o dos veces al día y tantas otras cosas que, para señalarlas, necesitaría un espacio similar al de todo el artículo.

Nuestros gobernantes se convencieron de que a través de la represión, callarían las voces que sufrían. No se preocuparon mucho por ayudar a la micro y pequeña empresa a recuperarse, bueno excepción hecha de los que venden duros, ¿verdad? De la misma manera que se han convencido de que los panameños olvidaremos todo lo que ha sucedido durante fiestas patrias.

¡Qué equivocados que están! ¿Verdad?

Como ha sido costumbre en este desgobierno, no prevén las consecuencias de sus acciones. Los desfiles patrios son la forma en que los estudiantes y las llamadas bandas independientes le rinden un homenaje a Patria. De cancelar estos, faltan a otro deber. ¿Será que tienen miedo a que las delegaciones les inflijan un desplante? Bien merecido lo tendrían.

Los mensajes presidenciales, tan cuestionados como su protagonista, no han servido más allá que para echarle gasolina a los fuegos. El del pasado domingo, duró menos de 2 minutos, pero ha causado más dudas que aclaraciones. Producto de este, han surgido cuestionamientos tan variados como la biodiversidad panameña. El gobierno pretende hacernos creer que hay un trasfondo político detrás de las protestas y de las posturas nacionalistas de los que marchan.

La realidad es que me atrevo a asegurar que todos los panameños estamos ávidos de que llegue el 5 de mayo, pero esto es producto del hartazgo ciudadano, por la violación de derechos y por los acumulados abusos que hemos sufrido en los últimos años.

El país se merece mucho más que lo que estamos viendo. Tenemos un gran país por el que vale la pena luchar. Encontrémonos en el medio. Apartemos el orgullo, reconozcan que se equivocaron y que los panameños no estamos dispuestos a que nos sigan viendo la cara de pendejos.

El autor es analista político y activista cívico

Este artículo fue publicado originalmente en el diario La Prensa el martes 31/10/23

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