Recientemente circuló en redes sociales, un
artículo de opinión publicado en la versión en español del New York Time, por
el economista venezolano Miguel Ángel Santos intitulado “Panamá creció con los
inmigrantes, pero ahora son el chivo expiatorio de la crisis”. (https://www.nytimes.com/es/2017/03/11/panama-crecio-con-los-inmigrantes-pero-ahora-son-el-chivo-expiatorio-de-la-crisis/)
Al leerlo, me llamó la atención que un
investigador de la prestigiosa Universidad de Harvard (EEUU), no se hubiera
tomado el tiempo de verificar algunos de los datos que le fueron proporcionados.
Por ejemplo, el período de tiempo en el cual Panamá ha venido creciendo y
destacando sobre sus vecinos de la región y de gran parte del mundo. Si bien es
cierto, gran parte de éste crecimiento se debió a la reversión del Canal de
Panamá y el área canalera, también es cierto que se le debe al fortalecimiento
de la Zona Libre de Colón, la cual nace poco después del fin de la segunda
Guerra Mundial, del sistema bancario, fortalecido gracias a legislación de 1970
y la promoción de sociedades con base en legislación de 1927.
Sobre la supuesta “burbuja inmobiliaria” en
Panamá se viene hablando hace mas de 10 años, sin embargo se sigue construyendo
tanto para el mercado residencial como para el industrial ininterrumpidamente
sin que Panamá Pacífico o las zonas francas se hayan enterado que no van a
tener mercado.
Sobre la “tendencia antiinmigrante” a la que
hace referencia el Dr. Santos, es parcialmente correcta, pues igualmente
circulan múltiples comentarios y artículos de opinión donde se defiende la
inmigración ordenada. Efectivamente, la desaceleración de le economía a nivel
mundial ha impactado la panameña (la cual creció por encima de casi todas las
de los otros países del continente el año pasado); igualmente se ha visto
impactada ante la cantidad de cuentas sin pagar que se provocaron desde el país
natal del economista, tanto hacia la Zona Libre de Colón, como a COPA, entre
otras compañías, las acusaciones contra empresarios panameños en juzgados
estadounidenses y el acoso provocado por algunas naciones europeas en contra
del sistema fiscal panameño, por negarse a convertirse en hacer el trabajo de
recaudador de impuestos que ellos son incapaces de realizar.
El sistema educativo panameño ha logrado
capacitar un significativo número de profesionales panameños, que complementado
por la cantidad que estudiamos fuera del país, suplen parcialmente las
necesidades de una buena parte del mercado nacional. Si el Dr. Santos se
hubiera referido a la “actitud” del trabajador panameño frente a algunos
extranjeros, donde vienen con un sistema diferente de cortesía y de atención a
los clientes, lo más probable es que no me hubiera tomado el tiempo de redactar
éstas líneas, pues hubiera tenido toda la razón. Pero no tomó en cuenta que de
las escuelas oficiales y particulares (cuyo número ha ido en franco crecimiento)
salen muy buenos profesionales y que han venido ocupando puestos de alta
jerarquía en las mismas compañías a las que hace referencia sobre esas empresas
que han coadyuvado en el crecimiento del país.
Se vuelve a equivocar el autor del artículo de
opinión, pues no fue con la entrega del
canal (diciembre 31 de 1999) que se inicia el crecimiento, sino desde mucho
antes. El ex presidente Ernesto Pérez Balladares (1994-1999) promovió la
investigación por parte del Banco Mundial, para convertir la antigua base aérea
de Howard, en el emporio que se está convirtiendo la hoy llamada Panamá
Pacífico. A propósito, esto se produjo mucho antes que se produjera las nuevas
migraciones.
Me llama la atención que haga alusión a
salarios de 50% y hasta 70% superiores a
extranjeros por encima de los panameños; si así fuera, estos tendrían que
trabajar solos, pues la legislación panameña no permite esta proporción; pero
sería interesante conocer sus fuentes para notificarle al Ministerio de Trabajo
que regula esta materia.
Debo reconocer que estoy totalmente en
desacuerdo con las leyes que restringen la práctica de varias profesiones por
extranjeros, por el simple hecho de no ser panameños. Siempre he sido un
creyente que en la competencia está la clave de la superación y del éxito.
Me parece que igualmente le dieron información
equivocada sobre las restricciones en las ingenierías y hasta en el ser
profesor de universidades, una de las pocas excepciones que efectivamente hacen
las leyes que restringen el ejercicio de algunas profesiones.
Desconoce el Dr. Santos la variedad de opciones
de visas que permiten trabajar en Panamá y las ventajas que ofrecen en
renovación de visas, las leyes de Zonas Francas, Ciudad del Saber y Panamá Pacífico,
para citar sólo algunas. De todas maneras, las leyes fueron hechas para que los
extranjeros compartieran su conocimiento con los panameños (pueden ver los
principios en los que se basaron esas leyes) y por eso algunas no cuentan hacia
la residencia permanente, como suele suceder en varios países vecinos.
Es una falta de respeto aseverar que los
pilotos de COPA tuvieron que requerir la enseñanza de extranjeros; sugiero
verificar las fechas de inicio de operación y de desarrollo de COPA. Al igual
que en Panamá, la ausencia de pilotos se produjo en gran medida ante la alta
demanda de éstos, en países del medio oriente que les ofrecían (y siguen
ofreciendo) salarios muy por encima de lo que le ofrece cualquier aerolínea del
continente americano.
Yo puedo asegurarle al Dr. Santos que los
panameños, quienes todos somos inmigrantes en esta tierra que nos vio nacer a
algunos, siempre hemos estado con los brazos abiertos para quienes hayan
querido incorporarse a nuestra sociedad y no imponer la suya propia.
En nuestra historia reciente, Panamá se ha
visto beneficiada de una significativa cantidad de chinos, italianos,
españoles, estadounidenses, colombianos y hasta sus compatriotas han colaborado
positivamente a nuestro desarrollo. No por ello quienes aquí residimos, debemos
ver para otro lado y bajar la cabeza cuando se generaliza y se nos llama
“monos”, “groseros”, “ignorantes” y tantos otros epítetos que al igual que a
los que él hace referencia, inundan las redes sociales.
Aprecio y respeto inmensamente el aporte que
diariamente hacen muchos compatriotas suyos al crecimiento y desarrollo de mi
querida Panamá, donde puedo destacar, solo para mencionar algunos, los que
conforman el VBC y mis amigos Adriana, Gustavo, Ángel y tantos otros que han
optado por el trabajo arduo y honesto. Ellos se han incorporado a nuestra
sociedad, sin embargo de la misma manera, sufren los embates y reacciones
negativas, que se producen como reacción a los comentarios y comportamientos de
aquellos malos compatriotas que no han querido ajustarse a su nueva vida.
Recientemente ante medidas tomadas por el
Servicio Nacional de Migración en la frontera con Costa Rica, varios
venezolanos comentaron en la televisión, que a pesar de ser turistas, estaban
trabajando en la ciudad capital, en franca violación de varias leyes de Panamá
y de cualquier lugar del mundo.
Igualmente, hago un llamado a mis compatriotas
para que la tolerancia y el respeto imperen sobre todas las cosas. Hay que
exigir el cumplimiento de nuestras leyes, pero no caigamos en la misma caleta
que los pocos extranjeros que intentan denigrar o desconocer nuestro trabajo,
honradez y dedicación. Es menester seguir creciendo, educarnos y practicar los
valores cívicos y morales que nos enseñaron en la escuela. A propósito el
primer libro de urbanidad con el que varios estudiaron en la escuela, fue
escrito por el venezolano Manuel A. Carreño en 1853.
Tenemos mucho trabajo por delante para hacer y
debemos hacerlo con las mejores personas, vengan de donde vengan, como hermanos
que somos, pero con respeto, tolerancia y dignidad. Respetemos las leyes y
disposiciones legales, pero igualmente veamos la desgracia humana con cara de
misericordia y promovamos que las leyes se cumplan por parte de todos,
incluyendo a los empresarios que prefieren abusar de un extranjero, por el
simple hecho de no tener sus papeles en orden.
Igualmente, sugiero que quienes no conozcan la
realidad panameña, se abstengan de emitir opiniones que no ayudan en nada a
sofocar la llama de la fogata que está encendida y que debemos procurar apagar
en vez de echarle una gasolina que no necesita. No permitamos que la
intolerancia prevalezca sobre la razón. Seamos humanos primero y panameños
después.
Sumemos en vez de restar. Extendamos una mano y
ayudemos a que las cosas se hagan de la manera correcta y legal, como tantos
otros que lo han hecho y que consideramos tan panameños como los que tuvimos la
suerte de nacer en este bello país.
Gracias. Si puedes, postéaselo en twitter. Por lo visto está convencido de que tiene razón y es fanático de Omar Torrijos. Ojalá pueda leer lo que has escrito.
ResponderEliminarFelicidades por su excelente artìculo digno de un egresado de Yale o Stanford. Definitivamente el venezolano dà làstima, no aprende. Es por eso que tienen el gobierno que tienen. Ese ego es como su karma. Admiro a Leopoldo Lòpez y me dá pena lo poco o nada que estos venezolanos habladores de paja no lo apoyen a nivel global, sino que con sus estùpidos artìculos lo hunden màs en el olvido. Ahora todos estos pelafustanes son expertos en economìa y finanzas pero ninguno tiene las pelotas para convocar a su pueblo para tumbar a Maduro.
ResponderEliminarFelicidades por el artículo. Cuando leí el artículo en el New York Times quedé impactada, no por la manera en como se referían a mi país.
ResponderEliminarMas bien que un medio de comunicacion se prestara para este discurso de odio disfrazado de "conocimiento".
Que el escritor citara que había realizado un estudio en la Universidad de Harvard con una pobre información sobre Panamá.
No emití comentarios pues no me gusta avivar la llama ya encendida entre el tira y jala que ya existe, esperaba que alguien inteligentemente contestara el artículo y quedé complacida.