¡Cuánta razón tenía Simón Bolívar cuando soñaba con una
América unida y su capital en Panamá!
Infortunadamente su sueño no prosperó como él lo había
concebido, pero su pensamiento trascendió y quizás se tradujo en la gestión de
organizaciones como la Organización de Estados Americanos (OEA) y otros
organismos regionales de nuestro continente.
Bolívar había visualizado que la conformación de ese estado
en el que se convirtió la unión de las 13 antiguas colonias británicas, que en
1776 se denominaron Los Estados Unidos de América, podría ser una posible
amenaza para el resto de las antiguas colonias españolas, francesas y
portuguesas americanas. Igualmente, habiendo vivido y estudiado en Europa,
podía prever que los países colonizadores, podrían tratar de recuperar sus
antiguos territorios.
El resto de la historia es conocida; “desde mi balcón” puedo
deducir que una nación atentó contra el éxito del Congreso Anfictiónico de
Panamá, hicieron que algunos países invitados se ausentaran y no se logró esa
gran nación de estados con la que soñaba el libertador.
Si bien es cierto, hoy tenemos un continente que se mueve de
izquierda a derecha, tal péndulo de reloj sigue sin existir esa cohesión tan
necesaria, que nos permitiría tener, no sólo un gran mercado, sino un brazo
fuerte para protegernos de posible ataques, políticos, económicos y militares.
En artículos anteriores me he pronunciado sobre la necesidad
de Panamá de conformar alianzas con otros países; por ejemplo, en momentos como
los que vivimos sería ideal que Canadá, México y Panamá pudieran convertirse en
un gran bloque que sería un amortiguador para los ataques a los que estamos
siendo sometidos. A ese nuevo “bloque” se podría invitar a otras naciones
amigas como por ejemplo Dinamarca, Francia, Alemania y España, por solo
mencionar algunos.
En Panamá debemos aprender a ser y sentirnos orgullosamente
panameños. Quizás por ser un país con orígenes tan variados, como color y forma
de ojos tenemos, los que vivimos en esta amalgama de personas que han llegado a
Panamá por razones tan distintas como distintos somos quienes vivimos aquí.
Que tristeza produce oír a abogados y otros compatriotas
estudiados, hablar en contra de nuestro país. Panamá es un país que vive “Pro
Mundi Beneficio”. Aunque quieran cambiar la frase, cuanto gobierno pasa por el
Palacio de las Garzas, seguimos siendo “Puente del Mundo y Corazón del
Universo”, quizás la mejor frase para describir gran parte de nuestra historia
y destino en el mundo.
Panamá no ha faltado a los compromisos adquiridos desde 1977
en los tratados del canal. La mejor prueba es que la parte atacante ha cambiado
su base de acusación en varias ocasiones; desde que una nación extranjera
controla la administración del canal, pasando por el bloqueo de las entradas al
mismo, la salinización de los lagos, hasta que se pudiera producir el derrumbe
de un puente sobre el mismo.
No es justo que ahora, nuestro mayor socio comercial nos
acuse de tener relaciones con un país, que sigue siendo uno de los principales
socios comerciales de ellos mismos. No es justo que se nos quiera imponer,
desde la capital de una nación hermana, la línea de nuestras relaciones
diplomáticas y comerciales y lo peor es que por no tener razones fundamentadas
en hechos, se han basado en motivos baladíes que no pueden ser sustentadas por
la razón y la justicia sino por el chantaje y la manipulación.
Por otro lado, debemos encender todas las luces de emergencia
para prepararnos para ataques que seguirán produciéndose por los próximos 4
años. Esto incluye fortalecer nuestra democracia, la transparencia, los valores
cívicos y morales y la lucha en contra de la corrupción, quizás el peor de los
cánceres que nos tiene inundado no solamente por las malas prácticas, sino por
el narcotráfico y todos los tentáculos que se derivan de este.
Esto involucra fortalecer la justicia y proteger a nuestros
jueces y magistrados para que nunca mas volvamos a tener la amenaza que ha
promovido un convicto que al igual que otros ha querido comprar absoluciones y
fallos amañados.
Los panameños debemos estar unidos, para defender lo que
tanto nos ha costado. Tenemos una joya en el Canal de Panamá, que no solo hemos
operado con mayor eficiencia y menor accidentabilidad que cuando no estaba bajo
control de otros, sino que invertimos varios miles de millones de dólares en su
ampliación para seguir dándole a todos un servicio eficiente y de primer mundo.
Panamá es una nación libre. Somos libres del establecimiento
de relaciones diplomáticas que sean de la mejor conveniencia política y
comercial para nosotros. No por eso debemos afectar nuestra amistad con
nuestros vecinos, pero siempre dejando claro que no es por la fuerza que se
obtienen beneficios, mas bien promover la negociación y las reglas de la
diplomacia. Esto nos confirma que el servicio exterior no se debe constituir
por amiguismo, sino por profesionales que pongan los interese del país por
encima de cualquier otro.
La dignidad de un país no se negocia. Eso lo hemos vivido los
panameños de forma viva. Debemos ser agradecidos con nuestros amigos, pero
siempre estar listos para salir a la defensa de los intereses de esta gran
nación, si bien no con armas, si con el derecho, la diplomacia, siendo
enérgicos y cumpliendo lo que prometemos.
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