Mañana mis hermanos colombianos tomarán una de las decisiones más
importantes que hayan tomado en su historia como nación independiente. Mañana
les tocará decidir por un sí o por uno a los acuerdos de paz negociados en La
Habana y sancionados en Cartagena, donde el gobierno de Colombia y el grupo
guerrillero FARC negociaron el fin de una guerra fratricida que cobró miles de
víctimas y millones de dólares.
Para mí es muy difícil ser imparcial y quienes me conocen y me siguen
saben que he respaldado el proceso y los acuerdos de paz abiertamente; he
tratado de no ofender a quienes están en contra de los acuerdos, a quienes les
respeto y entiendo su forma de pensar.
Debo aclarar que lo mismo no me ha pasado con uno que no es más que un
conveniente y falso que tiene engañado a más de 4, para quien su ego es tan
grande que no lo deja dormir. Que prefiere hacer perder una gran oportunidad para
el país que dice amar, a que su sucesor reciba un reconocimiento internacional
el cual el mismo no se pudo ganar y peor aún que se le conceda a su ex ministro
un posible premio de paz.
Ojalá todo el mundo tuviera la
oportunidad de ver el panorama completo y no solo lo que uno alcanza a ver,
pero en la realidad eso es muy difícil de hacerlo y mucho mas de comprender.
Tratar de explicarle a un venezolano que no tiene medicinas para aliviar
la fiebre de su hijo en llantos o de su mamá diabética, que no se torne
violento en una tienda o una farmacia, es tan difícil como pedirle a un
colombiano a quien las FARC les asesinaron a un padre, hijo o sobrino, que los perdone
y confíe en una comunidad internacional vigilante, que en muchas ocasiones ha
preferido ver hacia el otro lado.
Pero es una realidad que los grandes líderes mundiales ya se han
comprometido a hacer una gran inversión en una Colombia en paz. Recientemente hasta
Su
Santidad el Papa Francisco se comprometió a visitar a ésta bella nación
suramericana, una vez los acuerdos se ratificaran y se blindaran, lo cual
obviamente se refiere al plebiscito y compromiso de la comunidad internacional
de ponerlos en efecto y vigilar su cumplimiento, lo cual nos hace confiar que tendríamos
al santo padre en nuestras tierras muy pronto.
No puede ser que tanta gente alrededor del mundo estén tan equivocados y
una sola persona sea la dueña de la verdad. Me dirán que no es una sola
persona, pero les aseguro que el resultado del domingo comprobará que, por un
lado el arraigo político de este líder se sigue reduciendo y que sus pataletas
cada vez serán seguidas por menos personas y por el otro, que su futuro
político seguirá reducido al grupo de personas que lo siguen admirando, por lo
que no hizo.
Exhorto a toda mi familia y amigos colombianos a salir a votar con entusiasmo este domingo y expresar su sentir, sea cual sea, en las urnas. Donde
los demócratas del mundo premiamos o castigamos, pero donde también soñamos.
Los invito a soñar y posteriormente comprometerse con ese sueño. La democracia
es un sueño participativo, que debe ser de todos, no solo de quienes elegimos.
Sin importar el resultado final del plebiscito del 2 de octubre, mi deseo final siempre será:
¡Dios bendiga a mi querida Colombia!
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