En octubre del año pasado escuché una de esas frases que uno nunca se podrá preparar para escuchar y menos aún nunca aprenderá a digerir: “Tienes cáncer”.
Desde julio
se me había detectado un incremento poco usual del nivel de PSA (Antígeno
Prostático Específico), el cual se me incrementó en exámenes posteriores de
agosto y septiembre. Como se me había dicho que existía la posibilidad que éste
incremento fuera una combinación de tener mas de 50 años o una posible caída o
de hasta una inflamación de la próstata, nunca se me pasó por la cabeza, que el
diagnóstico se inclinara hacia la peor opción.
Cualquiera de
estos resultados hubiera sido mejor que el que realmente escuché del urólogo en
esa mañana de sábado del mes de octubre, cuando después de un ultrasonido con
biopsia, se me diagnosticó que tenía un cáncer en etapa incipiente.
Esos momentos
iniciales no fueron fáciles… Compartir con mis hijas el resultado de la biopsia
no fue tarea sencilla ni para mí ni para ellas. Pero doy gracias al
Todopoderoso, quien nos concedió la fortaleza que el momento demandaba.
En ese
momento inicié un “interesante” camino, el cual desde el primer momento, decidí
recorrer de la mano de mi Divino Niño, con quien tengo una relación muy
especial hace ya varios años. Es una realidad que sin mi querida compañera Lily,
este empedrado camino nunca hubiera sido fácil de atravesar. Hoy, mirando hacia
atrás, no sé qué hubiera pasado sin su compañía permanente.
Desde el
mismo mes de octubre, cuando me dieron el fatídico resultado, inicié a leer
todo lo que pudiera encontrar en la internet sobre el cáncer prostático.
Igualmente me reuní con varios oncólogos amigos míos quienes me orientaron sobre
las diferentes opciones de tratamiento que tenía. Es una realidad que estos
consejos me ayudaron a apenas empezar a tener una mejor panorámica de estas
opciones. Sin embargo sus comentarios fueron claves en mi decisión final.
Gracias a mi
hermano Tito Ducruet y al profesionalismo del personal de su firma de corretaje
de seguros, pude agregar opciones fuera de Panamá, las cuales igualmente
ampliaron la visión y las opciones que iba a tener para el tratamiento. Es
verdad que los seguros son necesarios y que bueno es tener a Unity Ducruet en
la esquina de uno.
Me entrevisté
con médicos y clínicas en Estados Unidos de América y Colombia, quienes me
enviaron cotizaciones para el tratamiento que ya había escogido, que fue la
cirugía prostática radical, asistida por robot. La principal razón de haber
buscado otras alternativas fue el precio tan elevado que me solicitaron por
hacérmela aquí en mi país. No hay sentido ni razón para los precios que quieren
cobrar las clínicas o médicos aquí.
Gracias a
Dios por haberme dado estas opciones que al final me sirvieron para escoger la
Clínica de Marly y las manos del Doctor Camilo Giedelman, para que éste dirigiera
el equipo que en el pasado mes de febrero me interviniera quirúrgicamente en
Bogotá, en mi querida Colombia.
Es como que
si el Divino Niño me llamaba y me quisiera tener por ahí cerca de el, ¿verdad?
La
recuperación de esta cirugía no es fácil. Tiene un componente sicológico y otro
físico, que si no lo controlamos de la mejor manera, le puede pegar a uno de
una manera que no se espera.
Afortunadamente, Yo tuve la suerte que no sólo
tuve a mi “enfermera privada” 24 horas al día en la figura de Lily, sino que
Andrea, mi bebé chiquita se iba para Barcelona a estudiar una maestría y adivinen
qué: Su vuelo hacia una parada de un par de horas en Bogotá. Que rico fue
compartir ese par de horas con mi piojito. Muchos le llamarán coincidencia, Yo
lo sigo llamando Diosidencia…
Y para
rematar, mi bebé grande, Nicole en complicidad con Lily, me sorprendió viajando
en el mismo vuelo y quedándose unos días rellenando el tanque de fortaleza y
esperanza que tanto necesitaba.
La
incomodidad y el dolor fueron desapareciendo poco a poco y con el nuevo estado,
pude empezar a socializar y a compartir con algunos buenos amigos que tengo en
esa, mi segunda ciudad. Gracias a todos ustedes que de una manera u otra me
apoyaron, soportaron y me dieron el ánimo que tanto se necesita.
De la misma
manera, mis visitas a la parroquia del 20 julio, me daban aliento y me reconfortaban,
tanto como los cuidados del Dr. Giedelman o de la jefa Luly quienes me hicieron
sentir como si Yo fuera el único paciente que tenían.
Hacia finales
de febrero regresé a Panamá, con el mismo espíritu y dedicación a mi familia y
a mi trabajo que me ha caracterizado. Me he convertido en un vocero de quienes
hemos luchado contra este flagelo y lo hemos superado. Le he dicho a cuanto
amigo o conocido me encuentre, que por favor se hagan ambos exámenes el PSA y
el tacto rectal.
A quienes no
me he encontrado para llamarles su atención para que se lo hagan, les comento: Créanme que esto no afecta su hombría ni su actuación sexual. Son simples y
rápidos exámenes que los puede ayudar a salvar su propia vida.
Hoy, 4 meses
y medio después de haberme realizado la cirugía, les comparto que en dos
ocasiones que me hecho el examen de PSA, hoy fue el segundo, los resultados han
sido muy inferiores a los previstos.
Doy gracias a
Dios, a Lily, a Nicole y Andrea, a mis hermanos, familiares, amigos, compañeros de lucha y a todos los que de una
forma u otra me han ayudado a recorrer este ni muy corto ni fácil camino. Me
siento curado y declaro que gracias a mi Divino Niño estoy libre de cáncer y
exhortándolos a todos a que se examinen y se pongan en manos del Todopoderoso.
No se arriesguen a que también tengan que escuchar esas fatídicas palabras:
“Tienes cáncer”.
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