martes, 15 de marzo de 2016

A la hora del almuerzo


Carlos Ozores Typaldos

Corría el año 2004, Martín Torrijos había tomado posesión como Presidente de la República y premiaba a Colombia con la designación de Carlos Ozores Typaldos como Embajador de Panamá ante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

Algunas semanas después me designaban como Agregado, encargado de los asuntos consulares de la Embajada de Panamá en Bogotá. Mi primera reacción fue llamar a mi amiga Diana Arosemena, reconocida periodista nacional, a quien había conocido y tratado en mi trabajo en los medios de comunicación, para solicitarle me sirviera de puente entre su esposo el Embajador Ozores y éste servidor.

Me citó para reunirnos en el Deli Gourmet de Calle 50, del cual ellos eran muy asiduos y debo confesar que como algo extraño, llegué como 15 minutos después de la hora convenida. Antes de presentarme a quien sería mi jefe, Diana me advirtió que Carlos no era amigo de la impuntualidad y que yo estaba atrasado. Nunca mas volvió a suceder…

Esa tarde inició un nuevo capítulo en mi vida que me ayudó a seguir forjándome como individuo y como profesional. Esa tarde conocí a una persona excepcional. Hijo de un Pro Hombre panameño y descendiente de distinguidos políticos y gobernantes, tenía ese porte de hombre distinguido y serio. Cuando empezamos a conversar, me percaté de su inteligencia, humor, experiencia y gran sabiduría.

No era para menos, estaba al frente de un ávido lector, político, diplomático y un hombre muy culto. Posteriormente le conocí otras facetas como su entrañable amistad y lealtad. Había sido sub director de unos de los principales diarios de la capital, Vicepresidente, Canciller y Vicecanciller de la República, Embajador ante 2 gobiernos y ante la ONU, donde le tocó el privilegio de ser el único panameño en haber ocupado la Presidencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en dos ocasiones diferentes.

Esa conversación marcó igualmente una relación que se mantuvo a través de los años hasta que el Todopoderoso decidió que necesitaba al mejor diplomático y lo mandó a llamar. Me exigió que no lo llamara ni Don Carlos ni Señor Ozores, el prefería el simple Carlos. 

Antes de irnos a cumplir nuestra misión como diplomáticos, lo acompañé a realizar visitas protocolarias a instituciones gubernamentales claves en nuestras labores, así como a nuestra aerolínea de bandera, la cual seguía en la búsqueda de ampliar sus rutas a nuestros vecinos y de lograr la eliminación de la doble tributación que tanto daño le hacía al turismo bilateral.

Una vez en Bogotá, el Embajador Ozores me ofreció el privilegio que lo acompañara a presentar las credenciales que lo acreditaban como Embajador Plenipotenciario de la República de Panamá ante el entonces Presidente Álvaro Uribe Vélez. ¡Que experiencia!

Presentación de Cartas Credenciales

El sabía exactamente lo que había que hacer y como se debía hacer en ese momento;  de hecho presentó sus credenciales en una ceremonia privada y no las compartidas como se suele darse en el mundo diplomático. Como que el gobierno de Colombia, reconocía su trayectoria y le presentó esta única oportunidad, solo ofrecida a grandes diplomáticos de grandes gobiernos.

Para mi, fueron años de enseñanza y aprendizaje intensivos. Todos los que laboramos en la Embajada en ese quinquenio, sin excepción, nunca dejamos de aprender. Carlos no era hombre de hacer reuniones de trabajo, mas bien, todos los mediodías nuestro almuerzo suplía las reuniones de trabajo y en ese escenario, se compartían todos los acontecimientos, sucesos y novedades que se hubieran dado en reuniones largas y estériles. Carlos era un hombre demasiado dinámico para ese tipo de reuniones.
Celebración del 3 de Noviembre en la Sede Diplomática 

Fue en esos almuerzos donde empecé a conocer al Carlos Ozores simpático, jocoso y lleno de anécdotas.  Y mira, que tenía historias y anécdotas… no era el tipo de personas que acaparaba una conversación, todo lo contrario. Lo que pasa es que, cuando el hablaba, los demás quedábamos en desventaja.

Uno viajaba por todo el mundo con sus cuentos; desde Washington hasta el lejano Oriente; de la Santa Sede y la Moncloa a los lugares mas recónditos del África y hasta una “cárcel” de la India. Sabía hablar y hablaba en el tono y de la forma correcta para la talla de diplomático que era. Sus pares en Bogotá siempre lo respetaron y me atrevería a decir que lo admiraban.


Entrevista con la periodista de CNN Claudia Palacios 

Gracias a Carlos aprendí el verdadero nombre del Tratado de Montería (que llevaba su propio apellido) y las negociaciones que se tuvieron para lograr que se firmara, conocí al Ex Presidente colombiano Alfonso Lopez Michelsen, al maestro Rafael Escalona y a hasta a Claudia de Colombia.
Carlos era un hombre con mucha humanidad y un don de gente excepcional. No era mezquino para compartir sus experiencias y cuando le tocaba hacer una recomendación, siempre pensaba en el bien común y de su querida Panamá, por sobre todas las cosas.

Su pasión siempre fue su familia. Vivía para su “Mondo” y para sus hijos a quienes adoraba. No puedo dejar por fuera a esos nietos que tanto amó. Tuvo otra pasión: la natación, deporte este que sirvió como marco de su último respiro terrenal.

Creo que sus lecciones y anécdotas, ya sea sobre un buen almuerzo o con un buen traguito, siempre permanecerán en mi memoria en ese lugar especial, donde solo reposan los de la gente buena e inteligente.

Hoy Panamá pierde a un buen hombre, gran diplomático, un buen esposo, gran padre y abuelo, un buen político y a un entrañable amigo. Quienes tuvimos el privilegio de conocerlo y trabajar hombro a hombro con el, sabemos del hueco que deja. Pero su legado vivirá en nuestras mentes y nuestros corazones, donde nunca habrá palabras suficientes para agradecer todo lo vivido y lo aprendido a su lado.

Buen viaje Carlos, estoy seguro que hasta el mismo Dios disfrutará con todas tus anécdotas y que sus almuerzos, a partir de hoy, serán mucho mas divertidos con tu presencia allá.






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