viernes, 13 de marzo de 2015

¿Fin del silencio regional con Venezuela?

Muy buen análisis de la analista Ulrica Nagle




La situación en América Latina es triste. El continente es poco solidario con los venezolanos quienes son las verdaderas víctimas, en un país sin rumbo y liderado por un Presidente que continuamente dice sentirse el más amenazado de nuestros tiempos.


La contracción en el precio internacional del petróleo provoca una profunda crisis económica que deriva en importantes conflictos sociales en las calles de Caracas. Por incapacidad en el manejo integral del petróleo, Venezuela depende, casi exclusivamente, de los ingresos de la exportación de dicho recurso natural.
El estado recorta los subsidios sociales y la escasez de alimentos comienza a ser cada vez más notoria a lo largo y ancho del país. La población indignada y furiosa sale a las calles a manifestar su descontento. A la escasez se le suma la corrupción y el enriquecimiento ilícito de los funcionarios en el poder.
La policía responde con una fuerte represión. Las calles de Venezuela se tiñen con la sangre de manifestantes muertos y heridos. No, no estamos relatando las masivas manifestaciones en la Venezuela de nuestros días. Estamos describiendo elCaracazo de 1989. La revuelta popular culminó con el encarcelamiento del Presidente Carlos Andrés Pérez tres años después, por malversación de fondos públicos.
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A 29 años del Caracazo los venezolanos siguen teniendo exactamente idénticas motivaciones para salir a la calle y en ellas encuentran la misma represión que tantas veces fue condenada por los que hoy están en el poder. Eso sí, el desenlace aún es incierto.
Hasta ahora, el gobierno de Maduro contó con el silencio y/o apoyo de todos los organismos regionales, además de presidentes Latinoamericanos y una radicalizada ultra derecha que entorpecía la credibilidad de los manifestantes venezolanos ante la comunidad internacional. Pero en estos días en los que Maduro redujo el personal diplomático estadounidense en Venezuela y el gobierno de Obama respondió calificando de“amenaza” la situación en el país - generando así un marco legal para imponerle sanciones - algo comenzó a cambiar.
Esta situación cambia radicalmente en la década de los años 30, cuando en el país se encuentran grandes yacimientos de petróleo. Este gran hallazgo – que posiciona a Venezuela en el mundo con un papel preponderante – podría haberse convertirse en un elemento distintivo y positivo, sin embargo no lo fue y es hoy su mayor debilidad.

El Punto Fijo

La vida política venezolana es presa de disputas tanto en el ámbito político como militar. En 1958, se genera una lucha en las mismas filas militares en el poder, lo que provoca la caída del régimen del general Marcos Pérez Jiménez. Este suceso, lleva a la firma de un gran pacto nacional entre los diferentes partidos del país. El acuerdo de Punto Fijo es considerado el inicio de la Venezuela democráticaya que culmina un período bajo el modelo de gobiernos autoritarios y militares.
Con la firma del acuerdo de Punto Fijo se inicia una etapa de estabilidad política en Venezuela, ejemplar para el contexto de las inestables democracias latinoamericanas. El pacto entre Acción Democrática y COPEI fue tan fuerte que los objetivos nacionales prevalecieron ante cualquier influencia extranjera. Venezuela fue el único país del continente en no convertirse en escenario de batallas de la Guerra Fría. En el país existió una débil guerrilla sin mayor trascendencia y al igual que los países del sur, los militantes de izquierda en ese tiempo, no eran proletarios sino que provenían de la clase media y media alta.
En las décadas de los sesenta, setenta y ochenta, Venezuela fue considerada – a la par de Argentina y Uruguay – como uno de los países más ricos de América Latina. Los salarios crecían, se universalizaron los servicios públicos – como la salud, la educación y el saneamiento – y se expandieron la infraestructura y los subsidios. Con uno de los mayores ingresos per cápita del continente, el país consolidó una fuerte clase media.
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Para muchos, el mal de Venezuela a lo largo de su historia es precisamente su elemento distintivo: el petróleo. Los altibajos del precio del petróleo en el mercado internacional, sumados a una gestión de los recursos ineficiente, provoca que las fluctuaciones afecten inmediatamente la economía del país, junto a las negativas consecuencias en el plano social que esto conlleva.
Venezuela es afectada por lo que en la teoría económica se denomina la enfermedad holandesa o síndrome holandés.
El síndrome holandés, describe precisamente este fenómeno presente en Venezuela. Un país descubre un recurso natural, lo explota y lo exporta. Lo que a corto plazo significa importantes ingresos para el país, tiene un efecto sumamente negativo en los demás sectores productivos diferentes a la explotación de ese recurso natural. El síndrome holandés aparece cuando no se toman las medidas necesarias y la industria en su conjunto se ve afectada porque el país se convierte en monoproductor y monoexportador.
La historia y el síndrome persisten. Venezuela experimenta el mismo contexto que se vivió en vísperas del Caracazo y el petróleo representa el 90% de las exportaciones totales del país, tanto hoy como hace 25 años.
La versión oficial intenta sugerir que el contexto actual es diferente, pues se trata de un vuelco, una ruptura, un abrupto cambio de perspectiva en favor de las grandes masas. Justifican la represión diciendo que como en toda revolución, no todas las partes pueden estar felices y aducen que en las “revoluciones verdaderas” se trata de “vencer o morir”. Pero, ¿Cómo saber si la verdadera revolución no es la que nace espontáneamente en las calles en vez de la de un gobierno revolucionario y bolivariano que reprime brutalmente y aún así busca refugiarse en el manto democrático?
Algunos intelectuales de grandes potencias diseminan la idea de que en países con altos índices de pobreza, los ciudadanos deben ceder derechos y libertades individuales, en aras del progreso social. Detrás de esta concepción elitista del desarrollo, se esconde el despotismo ilustrado. Esa es la idea básica de esta concepción antidemocrática del desarrollo. La Venezuela de Nicolás Maduro deja cada vez más patente que el país sacrifica demasiados principios democráticos con sus muertes en las calles, heridos y presos políticos. El desarrollo económico y social no se produce y el país es una fábrica de miseria económica para su población, que es sumida en una brutal crisis económica.
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Analizando datos comparativos del Índice de Desarrollo Humano realizado por el Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas – PNUD – muestra que Venezuela desde el año 2000 al 2014 escaló 3 puntos. ¿Es este el mayor resultado que pueden mostrar 16 años de Revolución Bolivariana?
América Latina en su conjunto alcanzó mejores niveles en la calidad de vida en la última década gracias al alza de precios de commodities de exportación. Venezuela es uno de los mayores exportadores de petróleo del mundo. Es sumamente difícil explicar cómo Venezuela, con una coyuntura sumamente positiva para la región, y en particular para el país en sí mismo, no haya logrado escalar más posiciones en el referido índice del PNUD.
Además vale la pena mencionar otro aspecto importante del modelo venezolano, el Índice de Desarrollo Humano no distingue entre pobreza y marginalización.
No es lo mismo que el gobierno venezolano ofrezca subsidios a los sectores más desfavorecidos para cubrir sus necesidades básicas, que poner en marcha políticas, que ofrezcan verdaderas oportunidades y generen desarrollo en los sectores más pobres del país.
El asistencialismo genera dependencia, clientelismo y marginalidad, esa es la política del estado dirigido por el Partido Socialista Unido de Venezuela. Tal política está muy lejos de la de ayudar a los pobres a salir de la pobreza con educación y ambición de superación. La diferencia entre asistencialismo y ayudar a que el pobre salga de su condición, no es una sutileza, sino que es una diferencia cualitativa fundamental, es un aspecto de diferenciación entre un país que aspira al desarrollo y un Estado asistencialista que se sirve de la pobreza para perpetuarse en el poder.
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Sin entrar en temas como por ejemplo que Caracas se ha convertido en una de las ciudades más peligrosas del mundo, estos son algunos de los argumentos que nos señalan el resultado de las políticas que se han desarrollado hasta el momento.
Luego de 16 años de Revolución Bolivariana, el fracaso político es evidente. La realidad muestra que Venezuela no solamente no ha tenido éxito en lo social y económico, sino también que el gobierno venezolano no es democrático.
Se están ejerciendo graves atropellos a la libertad de expresión, algunos venezolanos han muerto, otros han sufrido heridas leves y graves -, opositores han sido encarcelados a la espera de juicios sin garantías, existe escasez de alimentos y artículos esenciales, la inflación es galopante y los históricos problemas sociales que azotaban al país desde su independencia, siguen vigentes.
¿Es la Revolución Bolivariana una cortina de humo para las masas? Uno tiende a pensar, que los desaciertos se tratan más por falta de capacidad, que por malas intenciones. Sin embargo es claro que el gobierno escuda sus desaciertos en la ideología, cuando en realidad, todo se reduce a un tema económico.
Desde la llegada de Hugo Chávez al poder, se envalentonó al pueblo con discursos antiimperialistas, al mismo tiempo que su principal comprador de petróleo ha sido históricamente y lo sigue siendo el gran imperialista del norte, los Estados Unidos.
Si de cortinas de humo ideológicas para las masas se trata, es porque Venezuela es un opulento negocio para la nueva élite, ya no oligárquica, sino revolucionaria y bolivariana.
La situación en Venezuela es realmente alarmante. Amnistía Internacional – organización que se encarga de la defensa de los Derechos Humanos - alertó sobre el uso excesivo de la fuerza policial para dispersar protestas. Entre febrero y julio de 2014, 43 personas murieron, 870 resultaron heridas y 3000 fueron detenidas. En cuanto a las detenciones, la referida organización informó que son arbitrarias e incluyen torturas. La policía ejerce malos tratos a los manifestantes y ha utilizados municiones letales a corta distancia contra los mismos.
La situación en América Latina es triste. El continente es poco solidario con los venezolanos quienes son las verdaderas víctimas, en un país sin rumbo y liderado por un Presidente que continuamente dice sentirse el más amenazado de nuestros tiempos.
A la coyuntura venezolana, los oficialistas la llaman profundización de la revolución. Los opositores, en cambio, represión. En América Latina están los que ignoran los atropellos a derechos fundamentales y los que a falta de propuestas políticas de nivel, se aprovechan de estas circunstancias para radicalizar la política al interior de sus países.
América Latina, hogar de múltiples organismos regionales de integración, es una de las zonas menos organizadas del mundo. Mientras la configuración de las relaciones internacionales se va realizando en otras zonas a través de exitosos bloques de integración, el continente latinoamericano fracasa una y otra vez en el intento de quedarse con uno, que sea creíble y eficaz.
Organismos como la Organización de Estados Latinoamericanos – OEA -, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe – CELAC –, el Mercado Común del Sur – MERCOSUR - , y la Unión de Naciones Sudamericanas – UNASUR –, han respondido rápidamente y en bloque ante abusos en el Estado de Derecho ejercido en otros países latinoamericanos, sin embargo los venezolanos que protestan en las calles fueron dejados solos. El “pacto progresista” ha funcionado. El sello PSUV, con su afiliación a la Internacional Socialista, ha pesado más que el sufrimiento del pueblo venezolano. ¿Qué dicen los “progresistas” del mundo entero ante el encarcelamiento de alcaldes electos democráticamente y de parlamentarios proscriptos pese a haber sido electos en sufragio popular?
En 2009, la OEA reaccionó con la suspensión de Honduras al frente del Organismo, cuando las fuerzas armadas bajo órdenes de la Corte Suprema de Justicia, destituyeron del ejecutivo al Presidente Manuel Zelaya. En aquel entonces, José Miguel Insulza – Secretario General de la OEA – no aceptó llevar ante el organismo, las presuntas pruebas proporcionadas por la Corte Suprema de Justicia de Honduras que avalaban la destitución de Zelaya.
En cuanto al MERCOSUR y UNASUR, ambos organismos reaccionaron contra Paraguay cuando el ex Presidente Fernando Lugo fue sometido en el 2012 a un juicio político. En aquel entonces también se apeló a la suspensión de la membresía de Paraguay a dichos organismos regionales, aunque el juicio se ajustaba a la Constitución y leyes del país.
Los organismos regionales previamente citados tienen como objetivo común el fortalecimiento de las democracias en el continente y el respeto a los derechos humanos. Tal como vimos, la jurisprudencia muestra que dichos organismos cuentan con mecanismos de sanción a aquellos países que atropellen principios democráticos. ¿Pero qué sucede con el caso venezolano?
La duda que surge es siempre la misma, ¿se trata de falta de capacidad o malas intenciones? La respuesta es siempre igual, uno tiende a pensar que es siempre incapacidad. Los organismos internacionales que tenemos en Latinoamérica, no actúan coherentemente y en concordancia con sus claros objetivos de fortalecimiento democrático, porque más que instituciones, son instancias de reunión de presidentes afines que condicionan su accionar.
En realidad muchos temen que más que de ideologías afines, se trate clara y nuevamente de temas económicos. Venezuela durante muchos años compró - mientras tenía billones de petrodólares - la voluntad y el silencio de muchos países latinoamericanos a través de la firma de importantes acuerdos comerciales y de cooperación.
Pero, ¿Por qué ahora está naciendo un fuerte cambio en la política regional que representa un giro importantísimo que podrá impactar en Venezuela?
Los organismos internacionales se crean con objetivos claros, pero estos pueden llegar a mutar. UNASUR fue una alianza de los países del sur motivada por Hugo Chávez y Néstor Kirchner. En el mismísimo corazón de la Revolución Bolivariana, el gobierno uruguayo – que ejerce la Presidencia pro témpore del referido organismo– convocó a una reunión de cancilleres para el día jueves 12 de marzo en el Palacio Santos para evaluar la situación de violencia que vive Venezuela. El resultado de esta reunión, podría haber generado importantes consecuencias, pero se canceló por sorpresa. Iba a ser la primera vez que la violencia en Venezuela entrara en la agenda de uno de los organismos regionales.
Pero a los venezolanos no solamente los dejan solos los organismos regionales, lo hacen también los presidentes latinoamericanos. Lamentablemente América Latina es territorio de amados caudillos autoritarios, tanto de derecha como de izquierda. Muchos de ellos se encuentran en una precaria situación y saben que oponerse a un país como Venezuela, conlleva la enemistad con todos sus aliados. Es un riesgo demasiado alto para los mandatarios latinoamericanos cuestionar a otros jerarcas, cuando la calidad democrática al interno de sus países no es ejemplar.
Además como a ningún caudillo le gusta ser criticado, lo primero que hicieron algunos jerarcas latinoamericanos al llegar a sus transitorios puestos, es emprender una guerra contra los medios de comunicación. Las duplas Chávez-Maduro y Kirchner-Fernández han sido precursores en este frente.
Lo que muchos no consideran, es que despreciar la crítica conlleva consecuencias a mediano plazo que provocan un alto coste para sus gobiernos. Entre ellas una profunda radicalización de las ideas en la sociedad.
La ex guerrillera Dilma Rouseff reorientó las relaciones con Venezuela y tomó distancia. “Prefiero el ruido de los periódicos al silencio de las dictaduras”, dijo en más de una oportunidad. Cuando su propio partido le reclamó sobre leyes que aumenten el control en los medios respondió “Yo no conozco otro control que el mando de la televisión”.
Más allá de las tendencias ideológicas, los presidentes latinoamericanos habían preferido guardar silencio. Brasil y México fueron los únicos en ofrecer tibias críticas y Colombia propuso favorecer las condiciones para entablar un diálogo de reconciliación nacional. La gran mayoría de jerarcas latinoamericanos seguramente sienten temor a que en bloque los apunten cuestionando sus problemas internos. Otros, tal vez, vendieron en millones su silencio que una vez más, afecta a los venezolanos.
Pero la distancia más importante la ha tomado el gobierno uruguayo. El nuevo vicepresidente Raúl Sendic, expresó que no existen elementos que acompañen las denuncias de Maduro sobre la posible injerencia de los Estados Unidos en su país. A esto el mandatario Venezolano respondió con violencia tratando – entre otras cosas – de vergonzosa la postura de Uruguay. El canciller uruguayo Nin Novoa expresó su malestar por las declaraciones del gobierno venezolano y citó al Embajador en funciones en Uruguay a efectos de hacerle saber que considera inaceptables las declaraciones que afectan no solo a la persona a las que están dirigidas – Raúl Sendic – sino también a la investidura que representa a la institucionalidad que la respalda.
Finalmente, los venezolanos también son víctimas de algunos representantes de la oposición venezolana. Esa que provocó el rechazo y la falta de credibilidad de gran parte de la comunidad internacional durante tanto tiempo.
Gobierno y oposición han preferido servir a sus propias agendas, impidiendo identificar terrenos comunes que permitan concertar una propuesta para todos los venezolanos.
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Lamentablemente Venezuela no cuenta con una oposición real, la actual en muchos casos pacta con las derechas más recalcitrantes de algunos países latinoamericanos. Estas, al carecer de propuestas políticas en sus propios países, instrumentalizan la causa venezolana en beneficio propio.
La derecha radicalizada de Venezuela y latinoamericana, al apoyar la causa venezolana por intereses propios, causaron el desinterés internacional en los manifestantes venezolanos por mucho tiempo.
Pero a Venezuela le esperan importantes cambios. Las condiciones del Caracazo se están replicando y el riesgo a un golpe de estado militar propiciado por las propias filas de izquierda y apoyado por la ultra derecha venezolana crece.
El gran desafío es la institucionalidad tanto al exterior de Venezuela como al interior del país.
Los organismos regionales de integración en América Latina, tienen que actuar tal cual como lo comenzó a hacer la comunidad internacional – como la Unión Europea – y no como lo hacen los caudillos.
A nivel regional el paradigma comienza a cambiarse. Muchos presidentes poco democráticos se escudaban bajo el precepto“si tocan a uno, nos tocan a todos”. Uruguay, irá a la conquista de la izquierda moderada en búsquedas de consensos comenzando por la UNASUR.
Al interior del país Capriles deberá distanciarse de los grupos radicalizados que llevan su propia agenda y no la de los venezolanos. Si esto sucede, los organismos regionales y la comunidad internacional potenciarán el rol del ala democrática de Capriles – quien promueve la conciliación y solución de la inestabilidad política por la vía institucional – y es muy probable que Venezuela comience un importante proceso de democratización del país.
*Analista internacional
Twitter: @ulricanagle

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