sábado, 27 de enero de 2024

¿Y ahora, “pa´onde”?

 


Soy un asiduo crítico de quienes mienten para salvar su pellejo, tergiversan la realidad con el ánimo de engañar o por lo menos confundir y más recientemente a quienes ante la falta de argumento se dedican a descalificar a sus interlocutores o peor aún, a quienes no solo no conocen, sino que nunca han leído u oído.

Estas malas prácticas se han popularizado en los últimos años, gracias a las conocidas redes sociales, que a veces de sociales no tienen mucho. Estos nuevos medios de comunicación han producido médicos que nunca han pisado un salón de la facultad de medicina, ingenieros que no saben como se mezcla el concreto, abogados que desconocen la diferencia entre un amparo y una demanda y que han convertido en periodistas a quienes no pueden escribir tres líneas sin tener una falta de ortografía.

Lo mas triste de todo es muchos que, ávidos de una falsa popularidad, comparten cuanta infamia o falsedad se publica, para “ser el que tiene la primicia” aunque ésta signifique decir que la Tierra es plana. Al no haber estudiado, no conocen la responsabilidad que tienen al compartir datos no científicos, información sembrada para tratar de dañar la imagen de algún personaje público o sencillamente para perjudicar a alguien a quien no pudieran enfrentar en un debate serio y de altura.

Esto es una infamia, similar a la que promovieron los dirigentes sindicales para tratar de dañar la imagen de periodistas que, por no ser sus aliados, sencillamente buscaron desprestigiar. Es que ser periodista no es fácil. No fue fácil cuando hubo que enfrentar las huestes del dictador nacional de finales de los años ochenta, ni lo es ahora. Muchos soldados de la pluma han sufrido el exilio, heridos o simplemente sin trabajo.

Hace muchos años aprendí que, sin descalificar a nadie, las cosas se toman de donde vienen los comentarios. Si hay médicos que durante la pandemia promovían una chicha para curarse o un presidente que sugirió ingerir cloro para prevenir el Covid, entenderán que la credibilidad que le puedo tener a ese médico o político es nula.

Podría creerle a alguien que reconoce un error, por la razón que sea. Pero he visto a políticos que dicen o hacen cosas que es obvio que se han equivocado y se demoran semanas o años en reconocer sus errores y luego de haber cometido el error siguen sin ofrecer disculpas a sus seguidores.

En la nueva crisis que vivimos, hemos visto a personajes que hoy dicen una cosa, luego el “viento sopla para otro lado” y cambian su discurso. Otros que a pesar de estar claros que lo que dicen no es cónsono con su estilo de vida, lo siguen promoviendo y empujando principalmente a una audiencia que dura lo que dure su patrocinio; esto se ha comprobado en los últimos dos comicios nacionales en los cuales hemos participado.

Hay quienes vociferaron que serían más ricos que los Motta y que, luego de tratar de comprar a todo el que se vendió, enfrentan la dura realidad de tener que recurrir a comprar otro tipo de “pólizas” para evitar el traje de rayas.

Esta nueva crisis demostró que no aprendimos nada de la pandemia, que pensamos estábamos superando. En aquel entonces pronosticamos que el rico terminaría mas rico y que el pobre sería mas pobre. Hoy vemos a muchos que perdieron sus empleos tratando de subsistir, mientras los legisladores toman whisky caro. Este nuevo segmento de la población se dice que suman más del 40% de la población. Y lo peor es que no aportan ni al fisco ni al Seguro Social.

Y así, un candidato presidencial trata de convencernos que lo que sucede hoy es una lucha por acabar con su partido. Cínico. No se atreve a reconocer el daño que le han hecho al país y que, al igual que su nuevo “socio” lo mas probable es que terminen en visitas no tan agradables como a las que están acostumbrados.

El país requiere de un liderazgo basado en valores como la honestidad, la empatía, la solidaridad, la inclusión y una fuerte dosis de integridad. No podemos seguir improvisando y dejándonos marear por cantos de diablos disfrazados de sirenas.

Quien dirija al país en el próximo quinquenio, requerirá de una gran dosis de inteligencia y rodearse de quienes le digan la verdad. No de los aduladores que se enquistan en cuanto gobierno llega al poder. Panamá nos necesita unidos y con ganas de trabajar por el bien de todos, sin distinción. Si es posible, dependerá de todos.

 

¡Que Viva Panamá!


Artículo publicado originalmente en www.prensa.com

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