miércoles, 25 de septiembre de 2019

Si, soy católico

En los últimos días he sido testigo casi que silente de acusaciones de parte y parte por el vídeo que circuló, primero por redes sociales y luego por medios tradicionales, de unas muy serias acusaciones de posibles delitos sexuales, contra 3 sacerdotes de la iglesia católica.

Para quienes practicamos la fe católica de una manera activa o los que la practican de una forma mas pasiva, nos hemos sentido atacados por formar parte de una de las instituciones más grandes que ha existido.

Muchos de estos creyentes, somos personas que defendemos nuestra fe como la esencia en la que se basa la religión católica apostólica romana, aunque en algunos casos hemos cuestionado algunas de las decisiones que provienen de hombres, que al igual que todos, fuimos creados a la imagen y semejanza del Todopoderoso y que nos podemos equivocar.

La iglesia como institución ha cometido errores, muchos de los cuales fueron reconocidos públicamente por San Juan Pablo II en su momento, actuando como jerarca de la Iglesia Católica, pidió ser perdonado en representación de todos sus antecesores.
No olvidemos que el primer Papa, San Pedro, negó a nuestro señor Jesucristo 3 veces, tal cual se le había anunciado y, aun así, fue escogido como la roca sobre la cual se fundaría la Iglesia cristiana. 

Era un hombre…

Hay quienes se sentirán felices que un católico este escribiendo como lo hago en este momento, pues se sentirán que han ganado un round en esa lucha incongruente en la que se han sumido algunos, a quienes no puedo denominar nada más que fundamentalistas cristianos, que al igual que sus contrapartes musulmanes, todos los que no sean como ellos, son pecadores y morirán en la hoguera del último día.

Se equivocan, de un lado del otro…

No estoy escribiendo estas líneas para promover un “olvido” por los crímenes cometidos. Si la iglesia quiere perdonarlos o mirar para otro lado, como lo ha hecho en otras ocasiones, que lo hagan, pero que sean castigados con toda la rigurosidad que exige la ley de los hombres y que paguen, como tal, por sus faltas en la tierra; ya les tocará rendir cuentas frente al creador en el juicio final.

Critico lo “liviano” de las reacciones de la iglesia panameña para tratar este tema o el del Padre Cosca (no, no se me ha olvidado) y su pronunciamiento, a mi juicio desubicado, ante temas estrictamente legales, como lo han venido haciendo en el último año.

No por esto no puedo permanecer callado ante los ataques que sufren hombres y mujeres que no solo han dedicado sus vidas a la educación, salud, promoción de valores y promotores de la moral cristiana, en una sociedad panameña que tanto lo necesita.

No se nos olvide que la educación con base cristiana nació junto a la República; de igual manera el impacto de religiosos en áreas indeseadas por las mayorías no es nueva.  Así, su presencia en hospitales, cárceles, orfelinatos, comedores y tantas otras instituciones que luchan cada día contra mil adversidades para que niños puedan sobrevivir y tener un mejor futuro.

Olvidarnos de la calidad del trabajo de estos hombres y mujeres es, por lo menos injusto. No podemos meter en la misma bolsa (de plástico o no) a aquellos que le han fallado a su juramento, a su creencia, su fe y a la sociedad a la cual estaban obligados a servir.

Seguiré siendo crítico de mi iglesia cuando a mi juicio sea necesario. Pero de igual manera defenderé las bases cristianas que me enseñaron de niño y que decidí desempolvar mas adelante en mi vida pecadora. Al igual que tantos otros, tengo un compromiso con mi fe y con aquellos religiosos con los que me ha tocado caminar las selvas del Darién, las montañas de Chiriquí, las costas de Colón y las tierras áridas de Azuero. Aquellos que promueven la educación en las áreas más “rojas” del país y los que nos han acompañado en giras médicas por todo el país.

No puedo permitir que se generalice sobre los religiosos, como tampoco se me ocurriría criticar a todos los abogados por los malos caminos que han recorrido muchos de sus colegas o que todos los médicos asuman una responsabilidad por la irresponsabilidad, soberbia o desgano de algunos de sus colegas.

Soy católico, creo en mi fe y desde este podio, ruego a todos los que hoy critican, de parte y parte, a promover que quienes cometan delitos sean castigados con todo el rigor que exige la ley y demanda la sociedad y que todos defendamos nuestras creencias, nuestros derechos y nuestras posiciones ideológicas, con el respeto y la altura que personas decentes debemos promover.

Somos un solo país, una sola sociedad, un solo pueblo de Dios, sin importar que fe profesan o si no creen en un ser todopoderoso y creador de lo bueno y lo malo. Todos merecemos el respeto que nos encanta demandar y poco practicar.

Vivamos todos como hermanos, como nos enseñó Jesús… Al final, como dice el Papa Francisco, quien soy Yo para discriminar lo que Dios ha creado, ¿verdad?

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