Cuando escribí mi primer artículo sobre cómo había visto la Cumbre de
las Américas, dejé por fuera de adrede, algunos elementos que me pudieran
servir de pilares para su secuela.
Por un lado no mencioné el foro de empresarios que agrupó a algunos de
los empresarios más exitosos del continente. Me llamó la atención la respuesta
que le diera Carlos Slim a la pregunta sobre cual era el secreto de su éxito y
respondió cándidamente que la Familia. Es como que obvio, dado el hecho que la
familia es la primera escuela y fue la educación la respuesta a la prioridad
número 1 de la región. Ojalá los políticos de toda la región así lo entiendan.
Pocas veces vemos tantos millones juntos y me encantó verlos sin los guardaespaldas
que por regla general los acompañan, traduciéndose esto en lo seguros que se
sintieron en este istmo.
Otro elemento que casi no mencioné, fue la referencia casi “papagayista”
que hicieron los mandatarios latinoamericanos, de su condena al decreto emitido
por la Casa Blanca donde se declaraba a Venezuela como una amenaza de seguridad
para los Estados Unidos y el cual sirvió de plataforma de distracción para la
propia Venezuela. Si bien es cierto el decreto no ha sido derogado y
sinceramente no creo que se derogue, la intención de este decreto más que declarar
a Venezuela una amenaza era el mensaje que se enviaba al congelar fondos y
cancelar visas a ciertos funcionarios del gobierno venezolano, allegados al
presidente Maduro.
Un delegado de la Casa Blanca fue enviado con antelación a reunirse con
el Palacio de Miraflores y a pesar que llevaba el mensaje expreso del
presidente Obama sobre que Venezuela no era una amenaza, el real interés de
Maduro es la liberación de los fondos, de otras maneras de nada sirvió todo el
alboroto.
Raúl Castro era uno de los grandes protagonistas de la Cumbre. Y
efectivamente, así lo fue. Su personalidad, muy diferente a la de su hermano,
causó una buena sensación ante quienes lo vieron y escucharon. A pesar de ser
un militar, vino vestido como debía ser, de civil. No se quejó a su llegada de
la más de media hora que tuvo que esperar para bajarse de su avión, por la
avería sufrida por el avión donde arribó el mandatario mexicano que lo
antecedió.
Se mostró inteligente, cauteloso y hasta pausado en su hablar y en su
actuar. Me llamó la atención que, a pesar de contar con la atención del mundo,
no pretendió “robarse el show”, más bien me dio la impresión que no quería mostrarse
demasiado. Inclusive, si se dieron cuenta ni siquiera asumió el papel de
liderazgo de la izquierda regional, el cual hubiera sido lógico asumir.
Llamó la atención igualmente su no asistencia a todos los eventos
protocolarios y ni siquiera en eventos afines a su ideología. Captó mi atención
que a sus más de 80 años, no estaba tan lúcido como en otras ocasiones y varias
veces se tuvo que apoyar en su canciller para ofrecer cifras y demás, pero eso
sí, demostró que sigue siendo ducho en las matemáticas.
Un mandatario que ni se sintió fue el presidente de Nicaragua, líder
revolucionario y que curiosamente, a pesar de profesar un gobierno de izquierda,
está dirigiendo su país con un fuerte componente empresarial y ya puede
presentar un crecimiento y prosperidad envidiable para algunos de sus
antecesores. Curioso su silencio…
Para concluir de manera positiva, el foro empresarial ofreció grandes
posibilidades, que deberán ser capitalizadas no solo por los gobiernos, sino
por la sociedad civil, la que de verdad es civil y no la patrocinada por los
propios gobiernos y por la juventud, siempre con el norte de ciudadanos mejores
educados, más participativos y mucho más responsables.
Si le dejamos todo a los gobiernos, quien nos garantiza que no
seguiremos viendo más de la mediocridad e ineficiencia que vimos en algunos de
los discursos presidenciales, carentes de contenido real y llenos de
resentimientos y complejos por lo que no se tiene.
Hay que proteger la libertad de expresión y algo muy importante, la
libertad de prensa, tan mancillada en países como Ecuador. No debemos desfallecer
en la protección de los derechos humanos, los cuales, junto a los valores
cívicos, éticos y morales, son la base sobre la cual se deben cimentar nuestra
sociedad.
Ahí está ahora nuestra misión. ¡Manos a la obra!
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