Había decidido abstenerme de opinar sobre el
espinoso tema de la inmigración que se ha venido dando hacia Panamá, sin
embargo comparto unas ideas que sugiero deben leer ambas partes de la
discusión.
Quienes me conocen saben que no tengo nada de
xenófobo, término con el que se ha querido acusar a quienes no están de acuerdo
con los abusos en el área de migración que se promovió en Panamá en años
anteriores. Todos debemos aprender a no descalificar a una persona por su forma
de pensar.
Confieso que conozco ambos lados de la moneda.
Tengo familia, amigos y personas con las que comparto a diario, que no son
nacidos en nuestra bella tierra, a las que quiero, admiro y respeto. Si bien es
cierto en América, la gran mayoría habla un mismo idioma, somos tan diferentes,
como granos de arena en una playa, los cuales parecen similares, pero son muy
diferentes.
Aprendí que “en Roma haz como hacen los
romanos”. Yo no puedo ir a Bogotá o Caracas a “enseñarle como se hacen las
cosas” porque ellos no la hacen como las hago Yo. Tampoco puedo pretender que a
donde me he mudado sea una réplica del lugar donde dejé, porque no lo es. Es
una realidad que salí de mi país de origen por alguna razón, ya sea buscar
mejores horizontes, por mejor educación o seguridad para mis hijos, por razones
políticas o sencillamente porque quería cambiar de ambiente.
La humildad y el agradecimiento hacia la tierra
que nos acoge debe prevalecer sobre cualquier otra cosa y ajustarnos a la nueva
vida que Yo escogí, nadie me la está imponiendo. De lo contrario me arriesgo a
que me manden de vuelta al lugar que acabo de abandonar.
El panameño siempre ha sido solidario y sin
bien es cierto no nos hemos distinguido por la solidaridad humana, si es cierto
que tenemos un gran corazón y acogemos a la gente buena o con quien podamos
hacer un buen negocio. La crisis de valores que atraviesa, no solo nuestro
bello istmo sino gran parte del mundo, nos está impactando negativamente y no
permite que seamos ese pueblo cálido, amistoso y alegre como otrora nos
distinguían.
Panamá le ha abierto las puertas a los buenos
extranjeros que quieren establecerse, formar familia y compartir su prosperidad
con los que vivimos aquí y tienen una gran cantidad de alternativas para
legalizar su estatus migratorio. No se justifica que haya la cantidad de
extranjeros con estatus migratorio irregular en el país, como tampoco está bien
que empresarios inescrupulosos ofrezcan plazas de trabajo a quienes no cumplen
las leyes y disposiciones de Panamá.
No hay excusa valedera, para una cosa ni la
otra. Si usted no está dispuesto a cumplir las primeras leyes que encuentra en
el país al cual se muda, ¿cómo sabemos que sí cumplirá las otras? Los
empresarios deben invertir en educación y con esto no me refiero a escolaridad.
Deben invertir en atención al cliente y valores. Con la mano en el pecho,
¿cuántos restaurantes u hoteles han hecho esto?
¿O es que los panameños construimos un país
para que quienes no quieren ajustarse a nuestras costumbres y tradiciones se
aprovechen de el? Estoy seguro que los panameños queremos que nos ayuden a
engrandecer ésta bella patria que nuestros ancestros nos ayudaron a forjar y
que estamos dispuestos a asistir a los que huyen de las dictaduras y malos
gobernantes, como varios de ellos nos acogieron cuando a nosotros nos tocó.
Ahora, les garantizo que no estamos dispuestos
a que de manera altanera, grosera y xenófoba nos vengan a enseñar a convertir
nuestros países en lo que dejaron atrás. Juntos debemos ayudarnos a seguir
construyendo y mejorando este bello pedazo de tierra que orgullosamente une al
continente y al mundo.
Excelente articulo y punto de vista!
ResponderEliminarMuy bueno, de acuerdo con usted totalmente.
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