viernes, 20 de junio de 2014

La culpa es del corcho

Este artículo aparece publicado hoy en el diario PORTAFOLIO de 


Colombia, pero ilustra de cuerpo entero el tema de la educación y 


los educadores de muchos de nuestros países, verdad?


Que tristeza...


Junio 19 de 2014 - 11:58 pm


Ahora que venimos hablando de los problemas de la educación y nos afligimos por las fallas en las pruebas Pisa, conviene matizar esa situación de tal modo que la veamos con los ojos de la creatividad en el aula de clases.
Hace un tiempo que Roberto E. Wallace, presidente de Rota-Latino, una agrupación rotaria por el Avance de la Cultura Latina de Bariloche, Argentina, me había enviado esta historia.
Un supervisor de educación decidió visitar una escuela primaria de su zona. En su recorrido por los diversos salones observó algo que le llamó la atención: una maestra estaba atrincherada detrás de su escritorio mientras sus alumnos lloraban y hacían un gran desorden. El cuadro era caótico.
Entonces decidió presentarse a la maestra: - Permiso, soy el supervisor de educación... ¿Tiene algún problema?
-Estoy abrumada, señor, no sé qué hacer con estos chicos. No tengo láminas, no tengo libros, no tengo recursos electrónicos; no tengo nada nuevo que mostrarles ni qué decirles; ni siquiera el Ministerio me envía material didáctico... El inspector, que era un docente de verdad, miró a su alrededor y vio un corcho en el desordenado escritorio de la maestra, lo alcanzó y con mucho aplomo se dirigió a los chicos:
-A ver, muchachos: ¿qué es esto?-Un corcho, señor... -gritaron los alumnos sorprendidos-.
-Bien, ¿de dónde sale el corcho? De la botella, señor. Lo coloca una máquina..., sale del alcornoque...es un árbol... de madera..., -respondían atropellándose los niños. -¿Y qué se puede hacer con la madera?, -continuaba entusiasta el docente.
-Sillas..., una mesa... un barco! -Bien, tenemos un barco. ¿Quién lo dibuja? ¿Quién hace un mapa en el pizarrón y coloca el puerto más cercano para nuestro barquito? Escriban a qué departamento pertenece. ¿Y cuál es el puerto más cercano? ¿A qué país corresponde? ¿Qué poeta conocen que nació allí? ¿Qué produce esta región? ¿Alguien recuerda una canción de este lugar?
Y comenzó entonces una tarea colectiva de geografía, de historia, de música, de economía, de literatura, de religión, etc. La maestra quedó conmovida y al terminar la clase le dijo:
-Señor: nunca olvidaré lo que me enseñó hoy. Muchas gracias-.
Pasaron muchos meses, el inspector regresó a la misma escuela y de nuevo buscó a la maestra. Estaba acurrucada detrás de su escritorio, los alumnos otra vez en total desorden.
-Señorita... ¿Qué pasó? ¿No se acuerda de mí?
-Sí, señor ¡Cómo podría olvidarme! Qué suerte que regresó: no encuentro el corcho... ¿Dónde lo dejó?
Un amigo de Wallace le comentaba respecto de esta historia: “cuando el maestro no tiene vocación o alma de maestro, nunca encuentra el corcho”.
La pregunta siguiente consiste en saber cuántos docentes de estos encontramos en las escuelas y las universidades de nuestro país. Y lo que es peor: aunque no sean maestros, cuántas personas han perdido el corcho y no han tenido siquiera la suficiente imaginación para rehacer sus vidas.
Jaime Lopera
Consultor privado

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