miércoles, 17 de agosto de 2011

¿Cuánto vale el tiempo?

Artículo escrito por Mireya Lasso, super interesante y tristemente cierto!

Aparecido en La Estrella de Panamá
MIREYA LASSO
¿Cuánto vale el tiempo?

EX DIPUTADA DE LA REPÚBLICA.

H ace unos días tuve necesidad de concurrir a un despacho público para realizar un trámite que, aunque bastante sencillo, resultó sumamente demorado. Mi experiencia —entonces y allí— me ha hecho reflexionar sobre el calvario que miles de panameños sufren igualmente. El problema no se resolverá de la noche a la mañana, pero al menos deberíamos albergar alguna esperanza, por débil que fuera, de que alguna autoridad se apiade de nosotros los mortales y trate de mejorarnos el trato. Algunas medidas se podrían tomar para hacer la vida menos azarosa a quien, como cualquier hijo de vecino, busque solución rápida y efectiva en algunos despachos públicos. Que conste: no los implico a todos.

Mi triste conclusión es que el tiempo no es factor relevante en los trámites que deban gestionarse en una mayoría de despachos públicos. Un trámite, que debería tomar a lo sumo una semana, siguiendo al pie de la letra el procedimiento requerido para garantizar la legitimidad del resultado, puede tomar el doble, el triple, hasta cuatro o diez veces el tiempo requerido. No hay apuro, con suerte ‘mañana’ se resuelve, o la próxima semana, o la siguiente, o el próximo mes. Quizás hasta haya que esperar al próximo gobierno.

¿Por qué la lentitud de la burocracia? En el mejor de los casos puede ser porque el funcionario que puede mover el asunto, tiene la seguridad de su salario los quince y los treinta de cada mes; como es independiente de su eficiencia, alimenta dejadez, holgazanería o negligencia. Pero en el peor de los casos, sería trágico si lo perseguido con la demora fuese que alguien se acercara para solicitar un favor especial y ofrezca un incentivo vergonzoso. Ese favor no dejaría huellas incriminatorias porque, en resumidas cuentas, consistiría en hacer finalmente lo ordenado por la Ley y el procedimiento.

En cambio el tiempo es oro para el ciudadano común o para el empresario que necesita llenar un requisito previo a un negocio o transacción. Cada minuto, cada día o cada semana cuenta; tan importante puede ser para aquel que necesite tramitar su jubilación, como para quien intente abrir una empresa que dará empleo a gente actualmente desempleada. Pero se encuentran con la barrera infranqueable de un funcionario que le responde que: (1) esos papeles todavía no le han llegado, o (2) vuelva la próxima semana, o (3) necesita el visto bueno de su jefe y tiene días de estar en su despacho para su firma, o (4) la persona que tiene que ver con eso está indispuesta y se retiró temprano, o está almorzando, o está en una reunión muy importante. Las excusas son tan infinitas como la imaginación del interlocutor en la ventanilla, pero las demoras aumentan el costo de producción del empresario o agobian el bolsillo del humilde trabajador que se ve forzado a regresar muchas veces hasta recibir la respuesta que le resuelva su asunto.

El valor del tiempo es, pues, relativo; para unos es oro, mientras que para otros no vale nada o, lo que es peor, ni siquiera existe. No abogo por sacrificar pasos necesarios para inyectar una inusitada rapidez a los trámites, a riesgo de aumentar la incidencia de errores lamentables. Lo importante es que se cumpla con cada trámite con honestidad y con eficiencia y, sobre todo, con lealtad al ciudadano que merece respeto. Los trámites deberían marchar en forma fluida en cada despacho, sin necesidad de tener que gastar más energías o más recursos de lo necesario ni pedir la intervención de terceros, para lograr que una burocracia razonablemente eficiente cumpla bien con sus obligaciones legales.

Las autoridades debían diseñar procedimientos claros en el sector público y ofrecer un programa sostenido de capacitación y motivación para que se eliminen las suspicacias que las demoras crean en la mente del resto de los mortales. Ese es el germen que siempre nos crea sospechas de que el tráfico de influencias es lo que se necesita para ‘destapar’ los tranques o demoras que muchas veces se nos imponen. En el país que todos queremos, eso no tendría que ser así. 

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