martes, 14 de marzo de 2023

Todos deberíamos querer tener ‘Sangre Azul’

 


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Inicio confesando que soy fanático del programa de la televisión estadounidense “Blue Bloods” que se traduciría literalmente como Sangres Azules al español, el cual trata sobre una familia de ascendencia irlandesa en Nueva York, en la que la gran mayoría de sus integrantes son o han sido parte de la policía o de la Fiscalía General de la ciudad.

Más que ser un programa de policías, de bomberos o de médicos, como los que se han popularizado últimamente, es un programa que combina magistralmente valores religiosos, cívicos y morales. Por encima de la violencia que pudiera percibirse en algunos capítulos de la serie, se destaca el valor de la familia que funciona, al igual que en la tradición escocesa, como clanes. O sea, familia extendida.

Dentro del programa, que se transmite desde la temporada de 2010, se detectan personajes como un abuelo viudo, un padre que es el actual comisionado de la policía y varios hijos con caracteres diferentes, así como sus respectivas parejas e hijos.

Si me preguntaran, tendría que resaltar el valor de la ética que imprimen todos los personajes. A diferencia de algunos de los criollos que detienen injustamente a conductores aduciendo exceso de velocidad, o los que improvisan retenes o “controles” o como los quieran llamar y donde la violación de la ley es un negativo tan grande, como el deseado por los que hemos sufrido del covid-19 en algún momento.

Varios de los capítulos del programa que he visto, muestran casos de narcotráfico, migración, abuso familiar, tráfico de personas y otros que hacen de la serie una divertida y relajante oportunidad de ver un programa sin abusos. A pesar de que las protagonistas mujeres son espectacularmente bellas, no se abusa del tema sexo ni se menosprecia a la mujer.

La verdad es que refleja una realidad de la ciudad que ha sido reconocida por ser la “capital del mundo”, donde residen personas provenientes de casi todos los rincones de un mundo “complicado”, pero una ciudad que siempre ha tenido ese encanto que hace que uno quiera regresar.

Si estos habitantes del mundo han logrado convivir en la “gran manzana” que también tiene sus altas y bajas, ¿por qué será que no logramos superar las barreras, el extremismo, la intolerancia, la falta de respeto y la deshonestidad que nos agobian en muchos de nuestros países, pero cuando vamos a estas exuberantes metrópolis nos ajustamos a sus reglas y condiciones?

Si hacemos un paralelismo con cosas que suceden en algunos países, en el programa vemos a un alcalde que le pide “favores” al comisionado, políticos locales que quieren abusar de la condición de su posición para darle la vuelta a un sistema que a veces permite que la sinvergüenzura prevalezca sobre la verdad y la integridad de funcionarios.

Sin embargo, vemos a los miembros de la familia Reagan que levantan la cara, afrontan sus responsabilidades con honor. No sucumben ante pandillas, políticos, amigos o vecinos, a veces pagando las consecuencias de esta rectitud. Me imagino que habrá quienes dirán que “igualito que en mi país”. Y eso me recuerda esa valiosa frase que reza: Integridad es hacer lo correcto cuando nadie nos está viendo.

A mí me gustaría ver un cuerpo de policía en Panamá que respete al ciudadano, que valore la vida, que proteja los derechos de los panameños y extranjeros que residen aquí; que valore a la comunidad que paga sus grandísimos salarios y que sobre todo practique esos valores cívicos, éticos y morales que deben regirnos a todos, pero mas a ellos que como “agentes del orden público”, porque no son autoridad competente (salvo ciertas excepciones en momentos específicos), deberían comportarse de manera ejemplar.

Los panameños no queremos regresar a la nefasta época de la dictadura militar que desgobernó a Panamá por tantos años. Queremos una fuerza policial con valores. Que pueda combinar la ética, el respeto y la honestidad, con la mano firme para luchar contra el crimen, no sumarse a él. Queremos tener el derecho de poder caminar en una ciudad segura y donde, los empresarios, no tengan que pagar una “cuota de seguridad”, ni regalar comidas, ni pagar adicional (como sucede en partidos de fútbol o conciertos), para que ellos y sus clientes se sientan seguros y podamos retomar el estilo de vida que se tuvo otrora en este bello país.

Casi todos los programas finalizan con la familia, cualquiera sea su composición, sentados, agradeciendo por los alimentos que van a recibir, mientras se felicitan o reprochan, con el respeto que todo “buen padre de familia” debería tener. Ojalá también, como buenos ciudadanos pudiéramos recuperar algunas de esas buenas costumbres que, como comer todos juntos, aprendimos de nuestros abuelos. Así también hacemos grande a Panamá.

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