Por el título podría pensarse que vamos a hablar sobre
vestirnos de rojo para un partido de nuestra selección de fútbol, que tantas
glorias nos ha traído recientemente.
Pero infortunadamente no es así.
Últimamente me he tomado el tiempo de ponerle mas atención a
cosas que se dan cotidianamente en nuestro país y, quizás por eso, nos hemos acostumbrado
a ellas, las toleramos y en ciertas ocasiones hasta las practicamos, porque pareciera
que “mientras no nos sorprendan, es correcto”.
Aquí comento algunas que estoy segurísimo que las hemos visto
o hemos participado de ellas y o no nos atrevemos a protestar o al menos a
llamar la atención al respecto.
Es costumbre ver a personas con un chaleco de seguridad
puesto, acercándose a uno para ofrecerle cuidarnos los autos, irónicamente,
cuidarlos de ellos mismos o de sus secuaces. O, ver a cualquiera persona, con
chaleco, dirigir el tráfico en la parte de afuera del lugar donde se construye
un edificio o carretera nueva. Y quienes deben velar por erradicar esta
ilegalidad… Bien gracias a y usted.
Últimamente hemos notados unos taxis pintados de un color que
no es el amarillo autorizado y más bien parece un mostaza brillante o cuando
mucho un amarillo bien quemado. ¿Quién autorizó este cambio de color?
Frente al CC Multiplaza, sobre la Vía Israel hemos empezado a
ver unos taxis que forman una fila sobre una parada de autobuses y han establecido
una piquera, que no permite la libre circulación en un punto donde hace rato el
propio centro comercial debió haber financiado la construcción de un paso
peatonal, pues quienes más lo utilizarían serían sus colaboradores y clientes.
Pero, mientras tanto, el resto de quienes transitamos por ahí debemos sufrir
las consecuencias de la inacción de “alguien”.
El Casco Antiguo, que comparto totalmente la idea que debería
ser una gran peatonal, de noche se llena de una manera descomunal. ¿De verdad
que hay que sugerir que el estacionamiento que se construyó donde originalmente
estaba el Mercado Público, se transforme en un estacionamiento público? Conozco
solo 2 estacionamientos en el Casco, uno contiguo a la Plaza Herrera, ah verdad
que las instituciones públicas se han casi que apropiado del mismo y solo está
disponible para quienes pagaron por él, en un horario bien restringido.
El otro, el que se le conocía como el del Teatro Nacional,
tampoco está tan disponible que se diga, pues adivinen ¿quién tiene preferencia
para estacional los autos allí? Si adivinan, se ganan un galón de pintura
amarilla para pintar los costados de su auto.
Y ya que estamos en el vecindario, no se de quien fue la idea
original, pero ya es hora que la Cinta Costera sea entregada al Municipio
Capital y que si debe cobrar por los estacionamientos se haga, para que así se
pueda seguir dando mantenimiento a ése bello lugar de nuestra capital y no
depender del MOP o del SPI para su correcta operación y custodia.
Una irresponsabilidad fue lo que vimos en las primeras horas
del nuevo gobierno, cuando se había inaugurado un nuevo mirador hacia el Pacífico,
pero en esta ocasión desde el piso del Puente de las Américas. No sabemos que
fue peor, si la enfermedad o la medicina, pero, muy diligentemente, el “nuevo”
MOP procedió a arreglarlo casi que de inmediato, sin embargo se les olvidó
notificar del cierre a los posibles afectados, entre los que se incluyen miles
de personas que cruzan desde y hacia Panamá Oeste 2 veces al días, la 1er Área
Económica del país y uno de los puertos más importantes de nuestra costa sur.
El “tranque” que se formó, sumado a un accidente en la Vía
Panamericana, fue de tal magnitud que quienes por regla general toman de 2 a 4
horas yendo o viniendo a Arraiján o La Chorera, por solo mencionar a algunos,
tomaban de 6 a 8 horas en hacerlo. Y si les cuento que, para salir de Panamá
Pacífico, tomaba alrededor de 2 horas, ¿me lo creerían?
Un amigo turista que estuvo de paso por Panamá me cuenta que
fue a un restaurante y pidió una “coca cola de dieta” y le trajeron una zero.
El increpó a la mesera y le dijo que esa no era de dieta que en Estados Unidos
(donde se creó la bebida de mayor reconocimiento en el mundo) la coca cola de
dieta es la que viene en una lata plateada. Le responde la mesera que la
compañía que las distribuye aquí, quiere acabar con esta última y que no se las
vende a los restaurantes. El tipo terminó pidiendo otra gaseosa pues, al igual
que a muchos, no nos gusta ni las imposiciones ni el sabor de la que nos tratan
de imponer.
Podría pasarme todo un día escribiendo sobre estas “bellezas”
con las cuales los ciudadanos nos sentimos solos y sin apoyo de quienes
deberían apoyarnos. Pero por lo menos hay quienes empezamos a encender las
luces rojas de advertencia. Viendo el partido desde las gradas no se meten
goles.
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