Panamá acaba de concluir un proceso de elección de sus nuevos
gobernantes. Nuestro país tiene la peculiaridad de escoger, cada 5 años, sus
nuevas autoridades, todas en el mismo día y por el mismo período de tiempo.
Nuestros procesos democráticos, aunque aún con sus peculiares precariedades,
han venido fortaleciéndose con el devenir del tiempo.
Sin embargo, seguimos adoleciendo de una educación que
coadyuve a que la selección de estas autoridades no tenga tantas falencias y
deje tantos “huecos abiertos” para llamarlo de una manera mas elegante. Cada 5
años, mas del 70% de la población con la capacidad de hacerlo, sale a ejercer
el derecho de votar, sin embargo, aún estamos muy lejos de tener un parlamento
como el que disfrutaba escuchar en la radio junto a mi padre.
La semana pasada participé del acto en el que la Comisión Nacional Pro Valores Cívicos
y Morales, concede el título de Ciudadano Notable a algunas personas que se han
distinguido por una carrera basada, no en ser exitosos económicamente, sino en
ser personas de bien, desempeñándose en sus respectivas carreras con
integridad, respeto y preocupados por sus pares, todos ciudadanos de este
mundo.
Ese debería ser el espejo en que deberían verse todas las
personas que quieran ejercer un cargo público. Como se dice, ser servidores
públicos y no lo contrario. Sin embargo, si nos concentráramos en el Órgano
Legislativo de los últimos años, pareciera que, en la gran mayoría, están muy
lejos de estos parámetros, salvo raras excepciones.
En parte la responsabilidad recae sobre todos, sin embargo,
seguimos señalando con el índice al resto de la humanidad, sin percatarnos que
con la mano que señalamos, un solo dedo descubre a los demás, mientras que con
3 de los otros nos señalamos a nosotros mismos.
Hace muchos años, una muy buena amiga, me contó sobre un
proyecto en el que ella participaba en un país vecino, denominado “Escuela de
Vecinos”. Esta idea surge de la necesidad de crear conciencia ciudadana,
promover valores y empoderar a los vecinos, ya sea de un condominio, una
barriada o de todo un país. No es el reemplazo de la educación formal, que debe
ser la responsabilidad de padres, estudiantes y el gobierno, propiamente dicho.
Las escuelas de vecinos, deberían ser la cuna de los líderes
que necesita el país. De allí deberían salir los presidentes de las juntas de
condominios, de los barrios, los líderes estudiantiles y por qué no decirlo: de
esos mismos clubes cívicos y gremios profesionales que luego se encargan de
galardonar a esas personas que escogieron servir en lugar de ser servidos.
Necesitamos empoderar a esa gran cantidad de personas para
que, luego de aprender que no son los diputados los que deben solucionar los
problemas comunitarios, puedan ejercer sus derechos y exigir que se les repare una
calle o que se les provea de un agua por la que pagan y que solo reciben 2 o 3
horas al día o peor aún, que nunca les llega.
Esas mismas escuelas de vecinos podrían ser la génesis de
candidaturas para todo tipo de cargos, que promuevan los valores y donde
empecemos a generar esas responsabilidades de involucrarnos en los menesteres
que nos afectan y que estoy seguro, tendríamos muchos aportes que hacer.
Ese mismo ejemplo podría emularse para generar este tipo de personal,
que estoy seguro serviría para desarrollar los “soft values” que tanto están en
demanda en las grandes corporaciones. La puntualidad, la responsabilidad, el
respeto y la humildad son valores que, aunque pareciera que están en decadencia
por su falta de uso, son altamente buscados por los más importantes
reclutadores, de compañías nacionales y multinacionales, que persiguen, no solo
grandes títulos, siempre valiosos, sino de personas en quien confiar.
Cuando muchas de estas empresas se quejan de que no hay
suficiente mano de obra “calificada”, esa calificación se refiere precisamente a
esos valores. Debemos compartir lo que aprendimos en el famoso librito del amigo
Carreño, con sus correspondientes actualizaciones, obviamente.
Estas empresas buscan a gente capaz si, pero que sean
responsables, puntuales, empáticos y solidarios. No para abusar de ellos, sino
para ser mas productivos y así generar mas confianza y réditos para todos.
Necesitamos un mejor país, pero necesitamos ciudadanos que
quieran reconocer sus errores y estar dispuestos a enmendarlos. Necesitamos
personas que quieran servir a su prójimo con eficiencia, conciencia y
amabilidad. No todos nos hemos levantado con el pie derecho hoy y son ellos,
precisamente, quien más paciencia y tolerancia demandan.
Trabajemos para convertirnos en esos “mejores vecinos” que
nuestra comunidad y todo el país demanda. Por un país de vecinos, ¡trabajemos
por Panamá!
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