domingo, 3 de enero de 2021

¿En qué nos equivocamos?

 

Muchas personas nos deseamos un gran año 2021, no hace muchas horas atrás. Y sinceramente creo que, en esta ocasión, fueron un poco mas sinceros que lo que regularmente habían sido en años anteriores.

Hace mucho tiempo escuché al cantautor Rubén Blades destacar que, en Panamá, los buenos éramos mas que los que no lo eran. Luego de transcurrido el tiempo desde el inicio de la pandemia que ha pasado, cada vez me asaltan mas dudas sobre esa afirmación.

Esta enfermedad que ahoga, literalmente, a los que la sufren, lo que ha hecho es desenmascarar la hipocresía y lo ciega que está tanta gente que viven mirando por encima de los hombros de los demás y, como decían los mas viejos, “oliéndole los peos a San Pedro”. Esto no es muy sano, pues ha hecho germinar una “lucha de clases” que Panamá no tenía y no debe tener.

Las medidas (y multas) impuestas por el gobierno nacional tampoco han ayudado mucho, pues a veces pareciera que estas varían de acuerdo con quien las comete o los recursos que se tienen. Por ejemplo, si vas a David en Bus, te revisan y bajan del mismo y hasta te pueden regresar, pero si tienes los recursos para pagar tu boleto aéreo, ahí no hay Covid que valga.

El mundo ha cambiado y esta pandemia ha acelerado muchos de los cambios que el país (y el mundo) demandaba; por ejemplo los adelantos que se han hecho desde el gobierno para que una cantidad considerable de trámites que antes demoraban horas, días y hasta meses en hacerse, ahora desde la comodidad de tu hogar y en unos minutos (dependiendo de la edad de quien lo hace) puedes lograr terminarlos, lo cual conlleva grandes beneficios tanto para los usuarios de los servicios, como para el gobierno en sí. La AIG es una de esas instituciones “timbre de orgullo” no solo de esta administración, sino de todos los que vivimos aquí.

Querer gobernar como se hacía hace 5-10 años es no querer vivir en la realidad. Pensar que las cosas se pueden “ocultar” es juego de niños o dicho en temas “refranesco” “Pan para hoy y hambre para mañana”.

Las redes sociales han empujado a todos los gobiernos a modernizarse y ajustarse a nuevas realidades. Es una falta de respeto que los miembros de la Asamblea Nacional nos “anuncien” como si fuera la gran cosa la votación electrónica cuando tienen mas de 10 o 15 años de atraso en la misma. La verdad es que ya ni recuerdo cuantas veces se ha pagado por esta tecnología, que le ofrece transparencia a la gestión legislativa; lo peor es que pretenden que los aplaudamos como si acabaran de descubrir el agua tibia.

Regresando a la idea con la que inicié, infortunadamente escuché muchas críticas al hecho que tanto el 23 y 24, así como el 30 y 31, algunos almacenes y supermercados estaban repletos de personas haciendo filas o adquiriendo los alimentos necesarios para la cena de navidad y/o año nuevo. Muchos de los que criticaron, lo hicieron desde la playa o desde la comodidad de sus hogares, pues ellos habían hecho sus compras con anterioridad para efectivamente, no estar cerca a grupos muy grandes de personas, lo cual pudiera hacer que se contagiaran de este letal virus.

Quienes me conocen o leen, saben que no estoy de acuerdo en varias de las acciones tomadas por el gobierno en la lucha contra el Covid, pues me parece que voy en un autobús, en el que el conductor no conoce el camino, no usa waze y solo quiere escuchar al policía que lleva abordo y a ese círculo que, lo endiosa y solo le dice lo que el quiere escuchar.

No considero justo que las autoridades viertan toda la responsabilidad del incremento de casos en “lo mal portados que somos” y aunque el conductor dice que el no regaña, se la pasa faltándonos el respeto, llamándonos la atención y amenazándonos. Pero no es regaño….

Panamá sufrió un encierro tan singular como nuestro canal. Se violaban las disposiciones emitidas por los mismos que las emitían y no les pasaba nada. La policía, lejos de hacer su trabajo, se entretenía con celulares, música, paseo de banderas y rezos. Mientras tanto (según la estadística mostrada), los crímenes no se detenían y por el contrario en varios casos se incrementaban. Hubo inclusive un caso en que se hizo una operación antidrogas y no se les notificó a las altas esferas, pues sentían que no eran de confiar.

 

Mientras tanto la economía sufre uno de sus peores momentos. Los contratos de trabajo suspendidos superaban a los que se reactivaban y ante la falta de apoyo real, muchas micro y pequeñas empresas, se verán forzadas a cerrar permanentemente, dejando a mucha gente en la calle y quien quita, hasta sin poder pagarles las prestaciones a las que tiene derecho.

Nadie ha dicho que es fácil…. No ha sido fácil en ningún lugar del mundo. Por ejemplo, todos sabemos que si el presidente del país que presenta el mayor contagio a nivel mundial hubiera tomado las medidas del caso, cuando se debían tomar, no se hubieran sacrificado tantas vidas como está pasando.

Otros países con características similares a Panamá entendieron que se requerían un balance equitativo y real para salvar la economía, mientras se lucha contra el virus y varios de ellos han mostrado mucho mejores “números” que el nuestro.

Hay que tomar las riendas del país. Dejar la politiquería, el amiguismo y el clientelismo que ha prevalecido a un lado y entender que cuando todo esto pase, nuestra tierra estará aquí y que necesitamos que haya una mayoría sana recuperada, que juntos podamos empujar esa carreta llamada Panamá.

Para corregir primero se requiere reconocer los errores cometidos. Si no hacemos nuestro respectivo acto de contrición y nos enrumbamos por el camino correcto, seguiremos dando tumbos, decretando cercos y cierres sanitarios que perjudican a los que menos tienen, cuarentenas y toques de queda que solo le sirven a la fuerza pública y afectando la base de la economía panameña que se fundamente en el comercio y los servicios.

Considero que aún estamos a tiempo de encarrilarnos por el camino que se requiere. Dejemos de entretenernos viendo y oliendo las flores en el camino y empecemos a rescatar al país y a construir el nuevo Panamá que todos queremos y necesitamos.

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