Hace más de un mes escribí un artículo donde, por un lado, me manifestaba preocupado por cómo se estaban manejando el tema de la pandemia que nos agobia y por el otro aportaba un par de ideas desde mi experiencia en el área de comunicaciones y en la de organización de actividades, imagen y manejo de instituciones.
Hablaba de
temas que para mi eran lógicos y de puro sentido común; en ese momento varios
amigos y conocidos me criticaron pues no estaban de acuerdo con mis ideas y
propuestas y preferían basarse en los informes presentados por las autoridades
de salud, que han oscilado desde la proyección del miedo, el regaño a infantes
desobedientes, amenazas inconstitucionales hasta la justificación de los
derechos inherentes a nuestro estatus de ciudadanos en una nación democrática.
Hoy varios de
esos amigos y no tan amigos, ven el panorama desde otra perspectiva. Lo irónico
es que nuestras autoridades siguen, tal caballos de carrera, mirando en una
sola dirección, cómodos en oficinas con aire acondicionado, cobrando cada
quincena, sin aceptar errores y por ende sin enmendar sus propias resoluciones
y decretos que son tan ininteligibles como fue el libro de Baldor con el que
todos estudiábamos en algún momento.
Lo que más me
llama la atención es que hay muchas personas que se quedaron en la temporada del miedo y siguen repitiendo
que la única forma de combatir el virus que nos aqueja es el guardarnos en la
casa. Varios expertos a nivel mundial ya han aclarado que esa medida pudo haber
sido muy útil a inicios de la lucha contra el Covid-19, mas no es funcional
ahora mismo, pues no ofrece resultados para lograr el necesario balance entre
la crisis de salud y la crisis económica, que viene de la mano a la crisis
social.
Panamá se
venía distinguiendo por ser uno de los países mas desiguales en el mundo. Esta
pandemia ha logrado que esta desigualdad le brinque en la cara a algunos,
infortunadamente, desde mi perspectiva, no tato así a quienes pudieran tener la
responsabilidad, el poder y el deber de iniciar la solución para esa
desigualdad.
El Covid-19
también desnudó lo que muchos venimos comentando hace años: Educación,
Educación, Educación…. (si, todas en mayúsculas, con el permiso del Prof.
Candanedo). Tenemos un sistema de educación anacrónico, con un presupuesto
multimillonario, pero que sirve más para arreglar escuelas que no se cuidan y para
pagar salarios que en algunas ocasiones no son merecidos.
Este virus, hizo
que la poca eficiencia del capitalismo despiadado quedara al descubierto y que
quienes predican un socialismo “a su propia conveniencia” no pudieran decir ni
“esta boca es mía”. Es mas perdieron casi totalmente su poder de convocatoria.
Los gobiernos
del mundo debieron aprender (bueno varios de ellos) que la corrupción no es
buena compañía y que la falta de transparencia no es la mejor almohada. Me da
la impresión que en algunos países, como el nuestro, el clientelismo político
exacerbado cobró su cuota, pues la ineficiencia e incapacidad de algunos mandos
superiores y medios, ha quedado tan en evidencia que hasta dan “pena de
patria”.
Y, aun así,
como los muñecos “porfiados” Panamá regresa a que le den mas. Los ciudadanos
nos dividimos entre los que estamos preocupados porque se nos están violando
los derechos individuales y colectivos, elevamos nuestra voz por vía de redes
sociales y escritos como este e inclusive, con demandas de inconstitucionalidad
y amparo de garantías, que pareciera que hay quienes prefieren que duerman el
sueño eterno en el máximo organismo judicial del país.
Otros,
aplauden rabiosamente y, como si fueran súbditos de un imperio, defienden
cuanta ilegalidad es proclamada, en vía de la práctica de un autoritarismo
ridículo en cualquier democracia que se aprecie.
A finales de
los años 80, el pueblo unido, se lanzó a la calle invocando “Justicia,
Democracia y Libertad”. Evidentemente no estamos en las mismas condiciones que
durante la dictadura militar que tantos sufrimos en carne propia. Pero si no
abrimos los ojos, los oídos y la boca, estaremos abanicando la instauración de
un gobierno donde las opiniones de los ciudadanos no son escuchadas y mucho
menos atendidas.
Donde algunos
de los gobernantes piensan que se puede seguir gobernando a través de la
intimidación y el oscurantismo, alejándonos cada día mas de la falta de
transparencia y apoyados en la terrible corrupción.
Es hora de
defender esos derechos por lo que luchamos contra esa cruel dictadura que tanta
sangre y dolor provocó a todos en Panamá. Es hora de abrir la boca y de manera
responsable, luchar por nuestros derechos. Que nunca mas un ministro nos regañe
o amenace como si fuéramos chiquillos de 1er grado en franca violación a
preceptos constitucionales que deberían ser velados y defendidos por el Órgano
Judicial. Para eso es la armónica colaboración y ese balance que debe darse entre
órganos del que tanto se habla.
Amigos,
sigamos vigilantes, el país, nuestros hijos y nuestros nietos se merecen un mejor
futuro, con valores cívicos, éticos y morales, con una educación de clase
mundial y con un sistema de salud cónsono con la clase de vida que nos
merecemos.
Amemos este
terruño que nos vio nacer o que nos acogió y donde queremos que verdaderamente
el “Beneficio sea para todo el mundo”.
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