viernes, 13 de marzo de 2020

Yo quiero mi propio país

Vivimos en un país donde pareciera que el mundo se va acabar. Que somos “absolutos” e imprescindibles y nos hemos convencido que el resto del mundo gira a nuestro alrededor.

Yo creo que somos un gran país, que tenemos todo para ser exitosos, pero que nos falta la gente que quiera serlo. A veces pareciera que estamos desesperados por sufrir. Hay quienes quieren que hubiera cientos de casos de Covid-19 para quejarse del mal control e irresponsabilidad de algún funcionario, porque “el pueblo” nunca tiene la culpa de nada, siempre hay que buscar el culpable en la acera de enfrente.

No se si han escuchado la famosa historia de los científicos que estudiaban ranas y a los visitantes les llamaba la atención que la piscina donde estaban las ranas panameñas era la única que no tenía tapa. Cuando preguntaban por qué, les respondían que esto se debía a que cuando una rana intentaba salir, todas las demás la jalaban para abajo para que no saliera.

Por el otro lado están los que se convencen que para poder ascender, deben pisar en la cabeza a todos los que se encuentran en su camino, sin siquiera voltear a ver sobre la cabeza de quien están caminando. Se les olvida que todo lo que sube baja.

Elegimos gobernantes que se convencen que son emperadores y que nunca tendrán que rendir cuentas por sus exabruptos y abusos contra la cosa pública. Lo mas triste es que esos gobernantes no se eligen solos, los elige “el pueblo”. Bueno, siento que eso desaparecerá cuando los encargados de impartir justicia hagan el trabajo por el que les pagan.

Estos gobernantes designan a algunas personas muy capaces en puestos claves, pero en algunas ocasiones deben cumplir con “compromisos de campaña” que los obligan a designar a varios que no se destacan por su capacidad ni su manejo. Estos son los mas peligrosos, pues se convencen que como son “amigos del emperador” tienen la autoridad para crear su propia “republiquita” donde son soberanos para hacer y deshacer lo que se les venga en gana.

Estos son los que no saben (o no les da la gana de) practicar valores. Los que desconocen el verdadero significado de la palabra ética, responsabilidad, honradez, puntualidad y pareciera que nunca les hablaron de “rendición de cuentas”.

Pero esto no sucede solamente en el órgano ejecutivo (me disculpan los tradicionales haters), sino que lo hemos visto suceder y repetirse en, por ejemplo, la Universidad de Panamá (la Universidad Nacional no existe aquí en Panamá), donde la mentada “autonomía universitaria” no se interpreta hoy con la intención del legislador original.

La Universidad no está por encima de las leyes de la República y quienes la dirigen y visitan, deben cumplir con las leyes y ajustarse a las autoridades. Estar en el campus no debería ser que poseen una licencia para delinquir sin repercusiones.

Similar situación se da en la comarcas, donde no solo hay un desbalance en los derechos que tienen, donde por ejemplo pareciera que sus diputados son electos, proporcionalmente por menos ciudadanos que los de otras regiones del país. Los habitantes de las comarcas son tan ciudadanos de Panamá como cualquier otro y deben estar sujetos a las leyes de la República, por encima de las suyas. Son ciudadanos del mismo país de quienes residen en Colón, Chiriquí, Los Santos o Veraguas.

Si seguimos en este paso, ya no solo nos cobrarán para movernos de una parte del país a otra, sino que a lo mejor nos exigirán una visa para visitar a nuestros familiares, estableceremos dormitorios para delincuentes en las universidades y los jefes de cualquier departamento establecerán sus propios reglamentos (como los de la ATTT, CSS y tantos otros) para brindar el servicio para el que fueron contratados.

Somos un país muy pequeño para estar permitiendo que arbitrariamente se divida, porque hay quienes quieren tener el equivalente de su propio país. Debemos promover, proteger y defender la unidad nacional y entonces, podremos realmente referirnos al famoso “pueblo” que tantos dicen querer.

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