“Los pueblos
que desconocen su historia, están condenados a repetirla”, frase atribuida al
escritor George Santayana, pareciera estar cobrando vigencia en nuestro querido
terruño. Y con esta afirmación no me refiero a las “leyendas urbanas” sobre si
Balboa era el pillo y no Pedrarias, o si Manuel A. Guerrero estaba escondido
debajo de una cama el 3 de noviembre, sobre quién mató a Remón o, entre las más
modernas, sobre quien fue el verdadero gestor del golpe militar de 1968.
Si bien es
cierto, los historiadores tienen una tarea pendiente para con las nuevas
generaciones sobre estos temas, en esta ocasión quiero realmente aludir a un
proceso que quizás inició durante el quinquenio 2004-2009, se descontroló
durante la administración posterior y desde entonces pareciera que los
presidentes de turno, prefieren sacrificar la estabilidad del país por preservar
una falsa lealtad castrense.
No son pocas
las personas que se quejan y protestan por los abusos cometidos por alguna
unidad perteneciente a las ramas de la fuerza pública, las cuales fueron
desmembradas de un ejército central, posterior a la recuperación de la
democracia en 1990. Los últimos años de la dictadura, le recuerdan a algunas
generaciones, los vejámenes y abusos que cometían una significativa cantidad de
las mal llamadas fuerzas de defensa.
Eran buenos para
corretear a quienes luchaban por la libertad y democracia, pero resultaron unos
cobardes para enfrentarse a otro ejército. Buenos para negociar canonjías con
los carteles de la droga, pero no tanto para luchar contra la delincuencia
organizada. Buenos para abusar de los indefensos ciudadanos, quienes en no
pocas ocasiones terminaban presos, por el simple hecho de defender sus derechos,
pero muy malos para poner en práctica la propia constitución diseñada por el
régimen que los apadrinaba.
Lo mas triste es que, como un resorte y
escondida detrás de falsos pretextos de luchar contra el delito organizado, se
ha iniciado un nuevo ciclo de abusos castrenses contra una población que, a
diferencia de las generaciones anteriores, tiene una candente voz a través de
las redes sociales y nuevamente ha iniciado un clamor por justicia y en defensa
de sus derechos.
Vemos como
los policías de tránsito hubieren regresado a las “cuotas de boletas” que les
eran impuestos otrora, cuando éstas eran una fuente de ingresos para el erario
público y en lugar de orientar, le faltan el respeto a los conductores y a la
inteligencia de los mismos. No estoy defendiendo a quienes “juegan vivo” sino
que los policías no deben escudarse detrás de éstos para “sugerir” arreglos que
eviten perder el tiempo en la ATTT y sus juzgados.
También como
los miembros de la fuerza pública, abusan de sus rangos y desgracian el
uniforme que portan, cuando son los primeros en infringir las normas de
control, diseñadas para toda la comunidad, no solo para los civiles.
Se protesta porque
en gobiernos anteriores, se le permitía a las diferentes ramas de la fuerza
pública “controlar” los desfiles patrios, que deberían ser de carácter cívico,
con delegaciones interminables, cuando parecían que lo que se buscaba era
“amedrentar” a una población que lo que requiere es un policía amigo, que
cumpla su deber y entienda que no está por encima de la ley, sino lo contrario,
deben “proteger y servir”.
Mas
recientemente, altos rangos de la policía han llegado a sugerir que, hay que
controlar la forma como las mujeres se visten, pues pareciera que esa es la
razón por la cual se dan abusos durante las fiestas de carnaval; peor aún, han
llegado a implicar que el mal gusto o inhabilidad de selección de las mujeres
de sus parejas, es lo que pareciera “justificar” las agresiones que éstas
sufren, llegando inclusive a ser asesinadas por sus cónyuges.
Los panameños
no queremos militares ni policías abusando de civiles. Las nuevas generaciones
no deben caer en los mismos errores que cometieron sus padres y abuelos.
Los negocios
fáciles no compensan la falta de libertad, justicia y democracia. Los buenos
miembros de las diferentes ramas de la fuerza pública, no deben permitir que
otros con rangos superiores, en muchas ocasiones por amiguismo o conveniencia, desgracien
el uniforme que orgullosamente portan y la patria que juraron defender.
El autor es Comunicador y Dirigente Cívico
Artículo publicado originalmente en La Prensa el 14-3-2020
https://www.prensa.com/impresa/opinion/viene-el-cuco/
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