Artículo que escribí en mi calidad de Presidente de la Comisión Nacional Pro Valores Cívicos y Morales, se publica en el diario La Prensa de hoy.
(http://www.prensa.com/opinion/hora-empezar_0_4788271245.html)
¿Cuántas veces ha entrado a una
oficina (pública o de empresa privada)) o a un elevador y saluda con un cortés
“buenos días” o unas “buenas tardes” y nadie le responde el saludo?
Los funcionarios están muy ocupados
viendo sus celulares, hablando por teléfono o comentando el capítulo de la
serie o telenovela que vieron la noche anterior.
Igual sucede con las nuevas
tecnologías, donde una persona envía un correo o “chat” y a quien se lo envió,
ni siquiera le envía una breve respuesta dejándole saber que fue recibida o
leída, aunque aparezcan los dos “ganchitos azules” del gigante Whatsapp.
Siempre se dice que “es que los
valores y la cortesía se enseña y se aprende en los hogares”, pero pregunto Yo:
¿En cuál hogar? Hace tiempo alguien me comentó que hasta un 60% de los
muchachos en las escuelas provenían de hogares donde no había papá y mamá o
donde en un momento los hubo, pero se habían divorciado. ¡Como si esta situación eximiera a los padres
de sus responsabilidades!
Comprendo que hay familias donde,
aunque haya padre y madre viviendo juntos, por razones económicas ambos deben
salir a trabajar desde muy temprano y regresan ya entrada la noche. Por ende
los niños y jóvenes quedan al cuidado de una abuela, una nana o hasta de la vecina
que “cuida a todos los pelaos de la calle”.
A pesar de todas éstas situaciones,
los padres deben enseñar y forzar a sus hijos a pedir y a agradecer utilizando
“las palabras mágicas” por favor y gracias. A saludar correctamente con un
“buenos días” o “buenas tardes” y hasta el “buenas noches”. A pedir permiso
para levantarse, salir de un salón o para pasar a lado de otra persona.
El respeto a los mayores no debe
pasar de moda. Alguien en mi generación le vendió la idea a muchos otros que
había que “ser amigos” de nuestros hijos y por ende permitirles faltarnos el
respeto, no saludar ni practicar aquellos valores que nos habían enseñado a
nosotros. ¡Que equivocados que estaban! Los amigos de nuestros hijos son sus
pares de la misma edad y así será siempre. Eso no quita que uno les pueda
imprimir la confianza que necesitan para hablarnos abiertamente, sin perjuicios
y sin tapujos, pero nunca sacrificando nuestra posición de padres.
Los maestros deben entonces recoger
la batuta de enseñarles a los niños y jóvenes a practicar la cortesía, el
respeto, la puntualidad, la honestidad y la solidaridad, entre tantos otros
valores que terminarán construyendo sus caracteres y fortalecerán su don de
gente.
No desfallezcamos en la educación
de nuestros hijos y de los hijos de nuestros vecinos. Mi mamá decía que “el
niño malcriado encuentra a sus padres en la calle”, significando que si criabas
un “niño malcriado” en la calle encontraría quien lo corregirá y no siempre de
la mejor manera. Por qué no ahorrarles esa pena y retomar la enseñanza y
práctica de estos valores, que ojalá nuevamente vuelvan a caracterizar a los
que tanto amamos este pedacito de tierra que unió un continente y sigue uniendo
los mares, el comercio y a los pueblos del mundo.
¡La hora de empezar es ya!
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