lunes, 20 de enero de 2025

¿Cómo se llama tu maestra de primer grado?

 

El pasado domingo se celebró en Panamá el Día del Maestro, designado como tal por ser la fecha del natalicio de Don Manuel José Hurtado, ilustre educador que entregó su vida al mejoramiento de esa virtud que consiste en compartir conocimientos.

El himno al maestro, inspiración de Octavio Fábrega, reza en una de sus estrofas:

“El combate que mancha la tierra

no es el campo de su heroicidad

es la escuela su campo de guerra

y su espada mejor, la verdad”

Destaco esa estrofa, pues me da la impresión de que en ella radica gran parte de esa vocación con la que nacen algunos privilegiados, que tienen la dedicación y la paciencia de poder compartir lo que ya saben, pero principalmente, de seguir aprendiendo para enseñar más y mejor.

En algunas de mis conferencias que, sobre el rescate, promoción y práctica de valores cívicos, éticos y morales he dictado en los últimos años, reto a las audiencias a que recuerden el nombre de quien ganó el Miss Universo hace 3 años, el ganador de la fórmula 1 de hace 4 años o el ganador de la Copa del Mundo de hace 8 o 10 años atrás.

Como podrán imaginar, la mayoría no alcanza a recordar uno sólo de los 3 acertijos.

Sin embargo, los reto a que me digan el nombre de quien fue su maestra de 1er grado y el 95% de los participantes, no solo aciertan en mencionar el nombre completo de ésta, sino que lo hacen con una felicidad y entusiasmo, como si se acabaran de ganar la lotería.

¿Saben por qué sucede esto? Porque esa persona dejó una huella indeleble en esos niños, sin mayor interés que el de “poner la luz de la vida” en ellos, que les fueron confiados por unos padres llenos de esperanza y confiados de la clase de educación que recibirán sus vástagos.

Se que toda comparación es mala, pero lastimosamente no veo al gremio magisterial que tengan ese compromiso que en su época tuvo mi madre, que inició su periplo como educadora en Portobelo, Colón y luego de pasar por varias escuelas culminó una carrera de muchos años en la Escuela Puerto Rico de Carrasquilla. Cuando laboraba en la Escuela República de Cuba, si un niño no asistía a clases, cuando salía de la escuela ella visitaba el hogar de ese niño para ver por qué no había ido y si podía dejarle la tarea o simplemente ayudar. Asumo que en el fondo lo que buscaba era confirmar que ese pequeño no hubiera abandonado su educación.

Como hijo, sobrino y nieto de buenos educadores, siento que esta vocación se comparte a través de las generaciones y así también fui educador en los momentos más difíciles de nuestra historia y hoy mis hijas caminan por el mismo sendero y han heredado la pasión y la dedicación de sus abuelos. Esa es la clase de maestros y profesores que necesita Panamá.

A mi duele muchísimo cuando veo la cantidad de maestros que prefieren no dar clases o sencillamente escogen el protestar en las calles con letreros mal escritos, vestidos como si fueran a la playa y expresándose a veces hasta peor que los policías y algunos periodistas que todas las semanas inventan una frase nueva.

No con esto quiero generalizar y destaco la labor de algunos educadores comprometidos con la enseñanza a todo nivel. Lo malo es que la mayoría de estos abundan en las escuelas privadas y por ende seguimos hondando en esa terrible brecha que separa y condena a quienes asisten a los colegios oficiales.

Los maestros y profesores de hoy deben poder conocer y utilizar las distintas tecnologías que emergen casi que, a diario, enseñar y promover los valores cívicos y morales, estar al día de todo lo que sucede en el mundo y, tal como lo hicieron los hermanos Kuzniecky en el Instituto Pedagógico, culturizar y no solo educar a los hombres y mujeres del mañana.

En este desaparecido colegio de Las Cumbres, se enseñaba no solo la lengua de Cervantes, sino que se instruía en inglés, francés y hasta latín. Aprendimos a reconocer y diferenciar entre Vivaldi y Mozart, vimos todos los ballets clásicos que era posible ver y el teatro era un gran privilegio para todos. No en balde de este colegio egresaron grandes dirigentes políticos, músicos, actores, científicos, médicos, ingenieros y arquitectos, abogados, comunicadores, comerciantes y hasta la única Miss Universo panameña, por solo destacar algunos.

Hago un llamado a nuestros educadores para que, como lo hicieron muchos otros que les antecedieron en esta linda carrera, se sientan orgullosos de la misma y practiquen esos principios, valores y enseñanzas que el país necesita, hoy más que nunca. No se dejen enredar por seudo dirigentes que viven de su sufrimiento y que no aportan nada al país.

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