Así como el religioso alemán Niemöller durante la 2a guerra mundial, que enunció:
Primero vinieron por los socialistas, y guardé
silencio porque no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas, y no hablé
porque no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos, y no dije nada porque
no era judío.
Luego vinieron por mí, y para entonces ya no quedaba
nadie que hablara en mi nombre
en Panamá nos hemos
acostumbrado a que, cuando nos damos cuenta que algo malo está pasando,
preferimos mirar para el otro lado para no “meternos en problemas”, pero cuando
regresamos a nuestra zona de confort, nos convertimos en expertos “opinólogos”,
inclusive repitiendo las mismas imprecisiones que leen o escuchan en redes,
aunque estén conscientes que pudieran ser falsas.
Esta es una mala costumbre que hemos
venido practicando hace mucho tiempo y que nos hemos llegado a convencer que
todos debemos crear y defender una republiquita.
Por ejemplo, sabíamos ha habido
diputados que se han enriquecido desmedida e injustificadamente, pero decidimos
mirar para otro lado.
Sabemos que hay quienes cobran sin
acudir a laborar y preferimos mirar para el otro lado.
Sabíamos que había gobernantes que
aspiraban a ser “los hombres mas ricos de Panamá” a costa del erario, pero
preferimos mirar para el otro lado.
Estamos conscientes que había
gobernantes que ganaban comisiones de las obras públicas, pero preferimos
quedarnos callado y peor aún, mirar para el otro lado.
Sabemos que hay comerciantes o
empresarios que explotan a sus colaboradores, pero preferimos mirar para el
otro lado.
Vemos como hay “juegavivos” que se
cuelan en las filas de pensionados en bancos y otros establecimientos u
oficinas, pero preferimos mirar para el otro lado.
Sospechamos que había jurisconsultos
que “vendían” fallos en perjuicio de las grandes mayorías, pero seguimos
prefiriendo mirar para el otro lado.
Vemos cotidianamente a conductores
que están convencidos que tienen más derechos que los demás, se pasan por
encima de líneas viales que indican prohibición, para pasar por delante de
quienes hacen la fila de manera ordenada, como sucede a diario en la esquina de
Niko´s Café sobre la Vía Israel, por poner solo un ejemplo, pero preferimos
mirar para el otro lado.
Nos topamos con personas que están
convencidas que, no están para ofrecer un servicio a quienes les toca atender en
restaurantes, almacenes u oficinas públicas, sino que están convencidos que le
hacen un favor a quienes indirectamente, pagan su salario. Pero seguimos
mirando para el otro lado.
Nos disgustamos cuando un oficial de
policía nos ofrece “resolver” antes de imponer una multa, que sabemos que nos
merecemos, pero antes de pasar por el suplicio que el protestar por eso
acarrea, preferimos caer en las malas prácticas y mirar para el otro lado.
Es ilegal que una persona se ponga un
chaleco color naranja o verde y con un palo en la mano te exija pagarle una
suma elevada por “cuidar tu vehículo”, pero a pesar que sabemos que no está
autorizado para hacerlo, miramos para el otro.
Sabemos que no existe razón
justificada para que una medicina en Panamá cueste 3, 4 o hasta 10 veces lo que
cuesta el mismo medicamento en países vecinos pero, aunque nos duela el
bolsillo, preferimos mirar para otro lado.
Habrá quienes justifican su actitud
permisiva y excesivamente tolerante, al hecho que somos “una sociedad pequeña”
y todos somos familia, por ende, nos hemos acostumbrado en que nos molesta la
corrupción mientras no nos incluyan en los negocios.
Apenas nos tiran el hueso que quedó
luego que se comieron la carne, nos vestimos de carnaval y bailamos en una
alegre comparsa. En ese momento decidimos mirar para el otro lado.
Del otro lado, hay organizaciones,
como el capítulo de Panamá de Transparencia Internacional, Espacio Cívico, La
Comisión Nacional Pro Valores Cívicos y Morales y otras más, que llevan mucho
tiempo denunciando lo mal habido, las patrañas para ganarse contratos, la
sinvergüenzura, los juega vivo y toda la falta de valores que sabemos que
existe. Pero, en vez de sumarnos a ellos, es preferible criticarlos o no
ayudarlos, o mejor aún, mirar para otro lado y que “siga el fiesto”.
Ser ciudadanos implica no solo salir
a votar cada 5 años. La democracia requiere de personas que quieran a su país.
Que escojan denunciar lo que hay que denunciar y no seguir siendo parte de la
corrupción que nos tiene empobrecidos y rodeados de una miasma que cada día se
dificulta más en erradicar.
Dejemos de mirar para el otro lado
para que después no nos tengamos que lamentar, como hoy lo hacen otros países
vecinos de nuestro continente.
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