lunes, 22 de julio de 2013

Recomiendo este artículo escrito por mi amigo Roberto Alfaro: Nacionalismo o clientelismo

http://www.prensa.com/impreso/opinion/nacionalismo-o-clientelismo-roberto-alfaro/193457

ROBERTO ALFARO

22/07/2013 - El mundo está inmerso en una vorágine mercantilista en el sentido de que todo tiene un precio, incluyendo las conciencias. Dicha corriente nos ha llevado, políticamente hablando, a que solo tengan opción a ser candidatos a elección aquellos con acceso a grandes recursos económicos. Esta práctica nefasta empezó durante la dictadura, cuando los amos del país ponían y quitaban presidentes, y los generales advertían: “a los amigos se les paga y a los enemigos se les pega”.
A quienes hemos alcanzado la tercera edad, esta clase de políticos nos resulta muy diferente a lo que fue nuestra primera vivencia electoral. Cuando participé como voluntario en la campaña de 1968 entre el Dr. Arnulfo Arias y el Ing. David Samudio, trabajábamos 24/7, sin costo alguno para el candidato, poníamos pancartas, instalábamos tarimas y les vendíamos a los copartidarios o simpatizantes las gorras, banderas o camisetas para cooperar con los gastos. Cada voluntario sufragaba su transporte hacia las manifestaciones y los simpatizantes iban por sus propios medios para escuchar hablar a los candidatos. En comparación, hoy hay que regalarles todo, comida, transporte, banderas, camisas, viáticos y licor, y lo peor es que quizás muchos ni siquiera voten por ese candidato. No hay lealtad, idealismo ni hidalguía, todo depende de cuánto me das ahora para apoyarte y qué me ofreces después si ganas las elecciones.
Así las cosas, vemos que las campañas se hacen más costosas, sofisticadas, programáticas y sucias; en esa misma proporción crecen los compromisos con los donantes y, por supuesto, las relativas canonjías durante la futura gestión de gobierno. El panameño pensante termina votando por quien estima es el menos malo, y a la postre, duda si fue la decisión acertada, o bien critica a quienes ayudó a llegar al poder. Los candidatos que resultan elegidos, una vez pasado el juramento a la patria, dejan de ser representantes de todos los panameños para convertirse en presidentes o representantes selectivos de su partido o de su circuito. Las campañas electorales son permanentes; su objetivo es que el candidato llegue al poder y después, que mantenga la popularidad en las encuestas; la primera fase nos cuesta en futuras canonjías para los donantes, y la segunda, en millonarias erogaciones en propaganda del gobernante. Mientras dure el actual auge económico y se mantengan las bajas tasas de desempleo, las arcas del Estado seguirán repletándose y mantendremos una relativa paz social. Hoy sobran los inversionistas, los oportunistas, las fuentes de crédito, y el pueblo podrá seguir disfrutando de los subsidios. Pero como nada es para siempre, más temprano que tarde llegará la época de las vacas flacas y los ingresos mermarán, la deuda y sus intereses serán impagables y no habrá nuevos créditos para mantener la propaganda y las crecientes inversiones.
El gobierno de turno tratará, sin ninguna posibilidad, de reducir tantos subsidios convertidos ya en derechos adquiridos. Las fuentes internacionales de crédito se secarán y las calificadoras de riesgo apretarán, y como siempre, la solución más fácil será subir los impuestos. Al subir los costos la vida se encarecerá más y la gente saldrá a la calle, los políticos culparán a los gobiernos anteriores y los radicales encontrarán servido el caldo golpista. Una vez más, parte de la solución estará en las manos del pueblo el 4 de mayo del próximo año. De lo que no estoy seguro es si los ciudadanos están preparados para diferenciar entre nacionalismo y clientelismo.

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