Corría el año 2006 y me correspondió asistir a
una reunión anual de CIVITAS Internacional, organización que promueve la
educación en democracia a nivel mundial, la cual se realizaría en Varsovia, la
capital de Polonia.
Debo confesar que mi entusiasmo por visitar la
tierra de uno de los hombres que más he admirado en mi vida, Karol Józef
Wojtyła, más conocido como el papa Juan Pablo II, era comparable solo con la del
niño que visitará Disneyworld por primera vez.
Viajé unos días antes de las
reuniones, para poder visitar Cracovia, ciudad donde ejerció como obispo antes
de ser designado cardenal en Roma. El magnetismo que se percibía cuando Juan
Pablo II estaba cerca o en la televisión, pude percibirlo de la misma manera, cuando visité las
instalaciones donde vivía.
Para mí (y para los efectos para
una gran cantidad de católicos) Juan Pablo II fue “el mejor papa” que ha habido
y aclaro que sólo he vivido durante el ejercicio 6 de ellos. Su influencia y
accionar en la vida religiosa, política y de formación de carácter de millones
de personas alrededor del mundo ha sido incomparable.
Por eso cuando muere, muchos sentimos
que la iglesia católica había quedado huérfana y
que éste noble hombre era “imposible de ser reemplazado”, pues ninguno le
llegaría a los talones.
Cuando el cardenal Ratzinger,
arzobispo de Múnich y Freising, es electo como el sucesor de Juan Pablo II, al
igual que muchos me sentí decepcionado, pues no sentía que éste nuevo papa me
representaba ni tenía la estatura de su predecesor.
Para mi sorpresa, una vez llegué
a Polonia, noté que éste país se preparaba para la visita de un papa alemán, en
su primera visita a un país que no fuera el suyo desde que fuera electo. Para
mis adentros, pensé: Que osado es éste tipo. Pero más me llamó la atención cuando me
enteré que visitaría el campo de concentración de Auschwitz, pues era un lugar donde los nazis habían eliminado
a miles de polacos (y para los efectos a muchos europeos).
Tuve la suerte de visitar éste
campo de concentración el día siguiente a la visita de Su Santidad y me
sorprendió los comentarios que hacían los guías turísticos sobre la visita
papal, pues para mi asombro, todas eran positivas e inclusive mis anfitriones
polacos todos expresaban su admiración por el compromiso, expresiones y
determinación de éste nuevo papa, que ofreció sus excusas por las atrocidades
hechas durante la segunda guerra mundial y se arrodilló frente al paredón donde
en un principio eran fusilados muchas de las víctimas de ésta guerra sin
sentido.
Al día siguiente, junto a otros
hermanos latinoamericanos, acudimos en grupo a la misa campal que ofrecía
Benedicto XVI en Varsovia, pues asumíamos que no iba a estar tan llena, por la supuesta
apatía de los polacos hacia éste “alemán”. Pues nuevamente me quedé con la boca
abierta cuando nos dimos cuenta que lo más cerca que pudimos llegar fue como a 10
o 15 cuadras de donde habían ubicado la tarima principal. Un mar de gente super entusiasmada nos
separaba del altar donde el “nuevo papa” daba la misa e impartía su bendición
al pueblo polaco.
Horas después, escuché y leí sus palabras
conciliadoras, de esperanza y de amor. Eran las palabras de un hombre
inteligente, sesudo y gran pensador. Un nuevo líder había nacido en la iglesia
católica y aunque seguía con mi pensamiento sobre el hecho que Juan Pablo II
era irreemplazable, aprendí a reconocer y a respetar la autoridad y el tamaño de
Benedicto XVI.
Hoy este hombre investido como el
sucesor de San Pedro por sus pares, ha anunciado su intención de renunciar para
retirarse a terminar sus días dentro de un claustro orando por sus hermanos. estoy seguro que éstos, han
sido 8 años de un papado de transición.
No todos los años nace un Juan Pablo
II, como católicos apostólicos romanos que somos, debemos aprender a reconocer
la voluntad de Dios, que nos ha permitido convivir bajo el liderazgo de un
hombre que su humildad lo ha llevado a reconocer su incapacidad de seguir
comandando la nave, tal y como se espera y en su divina inteligencia, ha tomado
decisiones sin muchos antecedentes.
¡Nuestro papa Benedicto XVI ha
optado por renunciar a su papado en cuaresma! Le pregunto a mis correligionarios
a qué están renunciando ustedes por ésta cuaresma. A aquellos católicos que
cuestionan las decisiones del papa, les pregunto: ¿es o no el sucesor de San
Pedro a quien nuestro señor Jesucristo le dio la misión de ser la piedra donde
se fundaría Su Iglesia?
Hermanos, los invito a practicar
la misma humildad que practicó Jesús y
que hoy vuelve a enseñarnos el sucesor de Juan Pablo II, Juan XXIII y tantos
otros que han ayudado a forjar la iglesia de la cual nos sentimos tan orgullosos.
Oremos por el papa Benedicto XVI,
por los cardenales a quienes les corresponde escoger a su sucesor y por todo
el resto de católicos para que intentemos ponernos las sandalias del pescador,
hijo del carpintero y caminemos hacia nuevos derroteros de compromiso, trabajo
y de mucha humildad.
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