La doble M
Los panameños somos muy dados a criticar todo lo que desconocemos o riña contra nuestra forma muy personal de pensar. Pero nos enojamos y empieza la descalificación si alguien hace lo propio con nosotros.
Por alguna razón que desconozco, nos llegamos a convencer que todos somos igualitos y cortados con la misma tijera. En ese sentido, permítame decepcionar a varios: no somos iguales, ni todos somos parecidos. Yo tengo buenas amistades con orígenes chino, árabe, anglosajón, africano, indio o la mezcla de algunas o todas las anteriores, que tienen más de 3 generaciones de ser panameños. Y pregunto: ¿Alguno se sentirá con más derecho que el otro para imponer su criterio o credo?
Lo malo de todo esto que cuando alguien dice o hace algo que coincide con nuestra forma de pensar o con la forma en que fuimos criados, lo vemos como que “hace lo correcto”. Como si el papel higiénico trajera un libro de instrucciones que diga que debe salir por arriba o por abajo. Pero criticamos a quien lo haga diferente a nosotros.
Con esto en mente, hay quienes sienten que tienen más derechos que otros. Así, vemos a personas en las filas de los supermercados con 12 o 13 artículos en sus carretillas y de manera “de lo mas natural” se paran en la fila de “10 artículos o menos”. Total, solo tienen 2 o 3 artículos de más, ¿verdad?
De igual manera he viajado con personas que critican a los que, por ejemplo, en la carretera Panamá-Arraiján, critican a aquellos que utilizan el “tercer carril” que no existe, pero el día que van tarde para una reunión, se sienten empoderados a usarlo, pues ellos van tarde.
Otro ejemplo notorio es que todos criticamos a los que nos pasan en los corredores o autopistas, excediendo la velocidad límite, sin embargo, cuando un policía detiene a ese mismo que critica, resulta que el agente de tránsito debería perdonarle la “boleta”.
Y otro más común aún, es cuando les enseñamos a nuestros hijos que siempre hay que decir la verdad, pero les pedimos que le digan a las famosas culebras que no estamos en la casa cuando preguntan por nosotros.
Bueno, ahora les revelo el contenido de la “doble m” que nos es más que la Doble Moral con la queremos comportarnos cuando nos conviene. O sea, depende de...
Hace algún tiempo le relataba a alguien más joven que yo, que durante la época de la dictadura militar, cuando uno de estos nuevos ricos llegaba a un restaurante y todos sabían que iban a gastarse dinero mal habido o robado al pueblo, el resto del restaurante empezaba a hacer sonar los vasos o copas con sus cuchillos, hasta que, el ruido era tan molesto que el “rechazado”, se veía forzado a retirarse; aunque me tocó ver a un par de descarados que no se fueron.
Lo más triste es que ahora, a los sinvergüenzas que siguen los mismos pasos de asalto al erario público, no solo no son rechazados ni expuestos ante el escarnio público, sino que los saludamos, abrazamos y los invitamos a sentarse en nuestra mesa, los invitan a comer y les proponen algún negocito.
Eso me lleva a recordar aquella frase que reza algo como: “sabemos que es un ladrón, pero es nuestro ladrón”. Nuevamente, entra en juego la doble moral. ¿Es este el ejemplo que debemos dejarles a nuestros hijos? No lo creo. Decía mi mamá que “el mono, aunque se vista de seda, mono se queda”.
No podemos seguir practicando esa doble moral. Esta debe ser erradicada, más que de nuestro vocabulario, de nuestra práctica. Y es así como vemos a varios defendiendo lo indefendible en la Asamblea Nacional y “pactando” favores para conseguir esos negocitos a los que me refería antes, cuando de verdad están vendiéndole el alma al mismo diablo.
Abramos los ojos, seamos honrados no sólo con nosotros sino con quienes amamos y a quienes les queremos legar un mejor Panamá, que en el cual nos ha tocado vivir. La honradez y el respeto deben ser 2 de los pilares que deben regir nuestras vidas y arroparnos con la propia integridad, que no es más que hacer lo correcto cuando nadie nos ve.
El autor es analista político y activista cívico